martes, 30 de abril de 2013

LOS ABUELOS DE INDIANA JONES. (1) GIOVANNI BELZONI



En Enigmas Misteriosos e Inexplicables somos fans de Indiana Jones, como no podría ser de otra manera siendo, como somos, apasionados del misterio, la Arqueología y la aventura. Iniciamos hoy, con la semblanza de Giovanni Belzoni, una serie de retratos de aquellos aventureros que, con sus hazañas y trabajos, inspiraron la figura del inmortal personaje del sombrero y el látigo.

Giovanni Belzoni nació en Padua (Italia) en 1778. Desde pequeño se le reconoció un espíritu inquieto, pero su primer deseo fue convertirse en sacerdote. Quizá adivinaba que su futuro más lejano se situaba en el interior de criptas oscuras, junto a figurillas antiguas de santos y el olor enigmático del incienso…
Giovanni Belzoni (1778-1823)

El carácter turbulento de su época le llevó a tener que salir del extranjero. Allí, su descomunal físico le condujo al circo. Fue uno de esos fortachones que, en siglos pasados, exhibían su fuerza levantando pesas luciendo grandes bigotes y el torso desnudo. Se paseó por Reino Unido, Francia, también España.
Entre actuación y actuación, dicen, logró estudiar ingeniería e incluso desarrollar un invento que imaginó podría llevarle a hacer una fortuna. Fue este ingenio el que lo llevó a Egipto. Tratando de vender el chisme –todo un fracaso, por cierto–, contactó con gente de las altas esferas.
En 1815, llegó a un acuerdo con el cónsul británico en el país de los faraones para transportar un coloso desde Luxor hasta Alejandría. Sería su primera actividad relacionada con las antigüedades, la primera de una actividad intensa en torno al tráfico de antigüedades desde Egipto a Europa.
El tráfico de objetos arqueológicos, fuera cual fuera su tamaño, fue la principal
ocupación de Belzoni durante su estancia en Egipto.

Siguió en ello durante un tiempo. Su fortaleza, su valentía, le convirtieron en el mejor de aquellos saqueadores que expoliaron todo lo que pudieron, sin piedad alguna, en un tiempo en que la ley del más fuerte era la única que imperaba en el negocio. Cabe imaginarle ataviado con su ropa de color caqui, la camisa abierta a la altura del pecho sudoroso, y el revólver, cargado, al cinturón… 
Algunos de sus descubrimientos son exhibidos hoy en museos. Él mismo se encargó de mostrar algunos de ellos en su vuelta a Europa, en una gira en la que aprovechó su experiencia como trabajador del mundo del espectáculo y el colorín.
Aprovecharía esos años de regreso para escribir un libro (hay edición en castellano), en el que narra sus andanzas.
Tras su primer y único viaje a Egipto no regresaría jamás. Moriría años después, en 1823, durante una expedición a Tombuctú.

viernes, 26 de abril de 2013

LOS NAVEGANTES FENICIOS, COLÓN, Y LA GRAN MENTIRA DEL “MARE TENEBROSUM”




Los fenicios son uno de los pueblos más misteriosos del pasado. Sobre todo teniendo en cuenta la importancia que tuvieron en la Antigüedad.
Al igual que los griegos, o posteriormente los romanos, mantuvieron un imperio comercial que abarcaba todo el Mediterráneo. Al contrario que aquellos, sin embargo, su influencia cultural parece más bien escasa. Y es que, como buen pueblo comercial que eran, asimilaban enseguida los usos y costumbres de los pueblos colonizados o con quienes mantenían relaciones, y al final, la idea que parece haber de ellos, de su cultura, es la de un pueblo de mezclas, fruto del esfuerzo del intercambio.
Los fenicios, uno de los pueblos más importantes, pero también más desconocidos,
de la Antigüedad

Se sabe muy poco de su origen. La idea más aceptada es que podían proceder de la zona actualmente ocupada por el Líbano. Desde allí, con sus barcos, se habrían lanzado a la aventura del comercio.
Tradicionalmente se ha pensado que se limitaban al Mediterráneo. Es lo lógico, teniendo en cuenta el miedo que ha habido siempre, desde la Antigüedad, al conocido como Mare Tenebrosum, la enorme extensión de agua más allá de las Columnas de Hércules o el Estrecho de Gibraltar.
Sin embargo, en los últimos tiempos se está viniendo abajo esta teoría, gracias, en parte, a nuevos hallazgos arqueológicos, pero también gracias a teorías que venían circulando desde antiguo.
Se sabe que los fenicios estuvieron en Canarias. Se han encontrado restos de alfarería fenicia en Madeira. Se conoce que existió una factoría de este pueblo en China, nada más y nada menos que a 7.500 kilómetros de distancia de Tiro y Sidón, principales puertos comerciales de este enigmático pueblo.
Los fenicios, por tanto, se adentraban más allá del Estrecho. Consiguieron rodear África mucho antes de que pudieran hacerlo, en el s. XV, barcos portugueses. Es de imaginar que pudieran haber conocido la corriente del Atlántico, la misma que utilizó Colón para llegar a América.
La pregunta inevitable es: ¿pudieron los fenicios haber llegado al Nuevo Continente antes que Colón?
Según muchos estudiosos, la respuesta es que sí. Y se confirma con la aparición, poco a poco, de restos arqueológicos de talla fenicia. Algunos falsos, eso sí, producto de investigadores más ávidos de gloria que de conocimiento; otros, todavía en estudio.
¿Conocía Colón antes de partir en busca de las Indias el secreto tan bien
guardado por los fenicios? 

Todavía está por llegar la prueba definitiva. Mientras tanto, como siempre, podemos dejarnos llevar por arrebatos de inspiración. José León Cano, en su magnífico El vuelo de la serpiente, parece tenerlo bastante claro: la idea de Mare Tenebrosum fue un invento de los fenicios. Con ella, con la propagación del bulo de que más allá de las Columnas aguardaban al marinero todo tipo de peligros, aquel pueblo quiso preservar un secreto. Una exclusiva comercial, si se quiere.
En tal caso, la pregunta inevitable es por qué Colón fue capaz de acabar con el mito. ¿Tenía el también información privilegiada?
Algún día, no demasiado lejano, llegará a conocerse. Algunos ya lo intuimos… 

miércoles, 24 de abril de 2013

EL ASESINATO DE KENNEDY O LA PRIMERA CONSPIRACIÓN (TELEVISADA) DE LA HISTORIA




La muerte del presidente Kennedy puede considerarse la primera conspiración para todos los públicos de la historia. Fue la primera que el mundo entero pudo presenciar en directo, cómodamente desde sus televisores. Antes que la de la llegada a la Luna o la del tristemente célebre atentado de Nueva York.
¿Murió Kennedy como consecuencia de su intención de revelar importantes
secretos de Estado?

Como todos los buenos aficionados a la novela negra saben, no existe el crimen perfecto. Tampoco la conspiración perfecta, y menos en un mundo de medios de comunicación de masas incipientes como eran los años sesenta. Cualquiera pensaría que quienes diseñaron aquella estafa actuaron como unos chapuzas, y sin embargo, a tenor de los resultados que podemos ver décadas después, lo cierto es que no andaban desencaminados.
Da igual que una operación así salga mal. Que todo sean incógnitas, que los únicos detenidos o sospechosos mueran unos detrás de otro. Algo parecido a lo que ha ocurrido no hace mucho en Boston…
En el caso de Kennedy, la impostura llega a tal nivel que lo mismo da contar que Oswald, el presunto asesino, disparase mejor que cualquier tirador de élite que se preciase. O que aparezcan fotografías de presuntos vagabundos que andaban por los alrededores y que fueron detenidos, cuyo aspecto nada parece tener que ver con alguien que vive en la calle, y sí con agentes bien peinados y rasurados de la CÍA...
La verdadera incógnita no es ya si la muerte de aquel representante del pueblo americano fue un fraude. Lo que importa, ahora en 2013, es saber quién lo hizo. Y por qué.
Las teorías son múltiples, y es que aquella época era muy convulsa. Lucha de las minorías de raza negra, guerra de Vietnam, conflicto con Cuba, la Guerra Fría…
Todas, cosas que podían resolverse de manera política. Los enfrentamientos en la cúspide del poder siempre son tensos. Imaginamos que allí arriba, en esos ámbitos, la lucha ha de ser feroz.
¿Pero tanto como para llegar a matar al presidente? ¿Y delante de todos?
Lo que viene a continuación es una hipótesis, nada más que una hipótesis…
¿Y si el poder en la sombra, que tanta literatura ha generado, quisiera dar un toque de atención a los presidentes venideros sobre la conveniencia de preservar ciertos secretos?
¿Y si Kennedy, más allá de politiqueos e infidelidades extramatrimoniales, lo que habría pretendido antes de morir hubiera sido revelar al pueblo secretos que nadie cuenta?
¿Y si hubiera amenazado con hacer público el contenido de ese archivo que, según Santiago Camacho y otros expertos en conspiraciones, va pasando de unos presidentes de EE.UU. a otros en el momento del relevo?
¿Podría ser?
(Qué más quisiéramos que saberlo…)
Quizá, en su maldad, le devolvieron su amenaza con una paradoja: matándole físicamente de la misma manera que el quiso desenmascararlos...

lunes, 22 de abril de 2013

ALGUNOS ENIGMAS EN TORNO A TEOTIHUACÁN




Teotihuacán es uno de los lugares más misteriosos de América, por no decir de todo el mundo.  Ya su nombre, que en castellano viene a decir algo así como “El lugar en que los hombres se convierten en dioses”, nos pone en la pista de un lugar grandioso, donde todo, o casi todo, es posible.
Lo más misterioso de Teotihuacán es, como en otros lugares similares del mundo, sus medidas
claramente sobrehumanas...

No es el nombre que los constructores de sus grandes monumentos se dieron a sí mismos. Es sólo como los llamaron otros pueblos que conocieron posteriormente el lugar. De quienes erigieron sus grandes pirámides a lo largo de la conocida como calzada “de los muertos” desconocemos todo, o casi todo. Ni su lengua, su origen étnico, o cuándo anduvieron por aquellos lugares.
Hablamos de Méjico. De una explanada a 45 kilómetros aproximadamente de la capital del país. Un lugar que hasta el s. XIX no era más que un foco de leyendas sobre antiguas civilizaciones, tesoros ocultos y cosas así.
Tuvo que llegar el año 1885, y un arqueólogo llamado Leopoldo Batres, para que el mundo conociera las maravillas de Teotihuacán.
Desde el principio, las excavaciones fueron revelando una civilización maravillosa y muy avanzada llena de misterios y enigmas que aún hoy no han podido ser resueltos. Se sabe que quienes construyeron la ciudad lo hacían teniendo muy en cuenta la astronomía –como los mayas o los egipcios–, y que como aquellos, también, llegó un momento –se especula con que en torno al s. VII d. C. – en que su cultura se vino al traste.
Y es aquí donde encontramos los mayores misterios.
Porque los estudios revelan que fueron sus propios habitantes los que ocultaron, bajo toneladas de escombros, sus propias viviendas, templos y otros edificios públicos.
Desaparecieron de un día para otro, dejando para la posteridad imponentes pirámides como la del sol, o la de la luna, prácticamente intactas, sólo enterradas. Sin más.
No hay rastro de una lucha armada, o de un cataclismo de cualquier tipo. No hay cadáveres, y por tanto es de imaginar que los habitantes no murieron allí, si no que, de alguna manera, se fueron...
Es éste el gran misterio de Teotihuacán, pero no el único.
La lista sería inmensa, y estaría encabezada para la Serpiente Emplumada y su leyenda, que ya comentamos más atrás...
Sólo cuando podamos leer en sus paredes, sus decenas de glifos tallados en la roca, sus estelas, y lo que resultará quizá más revelador, sus coordenadas ocultas en las medidas, orientación y demás detalles de sus edificios, podremos, quizá, acercarnos a sus secretos.
Mientras tanto, tendremos que conformarnos con quedar asombrados ante su monumentalidad… Y admirar a los hombres –o lo que fuera– que la llevaron a cabo.

miércoles, 17 de abril de 2013

EL ENIGMA DE LA PIRÁMIDE DE CUICUILCO




Corría el año 1920. Manuel Gamio, arqueólogo, paseaba por un descampado próximo a la Ciudad de Méjico –hoy engullido por las fauces de la metrópoli–, cuando se percató de la existencia de una colina redondeada, cuya forma le pareció más bien artificial. Dos años después, las excavaciones realizadas por él mismo y otro arqueólogo norteamericano revelaban al mundo uno de los mayores enigmas del pasado americano: la pirámide de Cuiculco.
La pirámide de Cuicuilco, con sus 8.000 años de antigüedad, supone uno de los mayores
retos para la Arqueología moderna.

Se trata de una pirámide de base circular, cuya forma, escalonada, parece el intento de un pueblo antiguo por imitar a la naturaleza. Un montículo redondeado similar a una montaña, donde subirse y poder rendir tributo a las estrellas.
Para desenterrarlo, hubo que quitarle de encima toneladas y toneladas de lava seca que la cubría por completo, producto de una antigua erupción. Era fácil datarla si se sabía, al menos, cuando quedó sumergida por las piedras candentes y la ceniza. El resultado de los estudios dejó perplejos a los arqueólogos. Según los análisis, aquella lava había cubierto la pirámide hacia ocho mil años. ¡Ocho mil años!
Desde luego, era una fecha que descuadraba todas las teorías. Los esquemas de los historiadores y arqueólogos se vinieron abajo. Era imposible una construcción de ese tipo en una época tan lejana, y sin embargo… La geología decía lo que decía.
La pirámide, hoy, sigue siendo un misterio. Habla de un pueblo remoto, que ya estaba avanzado cuando en el resto del mundo, que se sepa, la humanidad se dedicaba a recolectar y a cazar animales, poco menos que como salvajes.
Por supuesto, la ciencia oficial ha ignorado este dato y llevado a cabo todo tipo de triquiñuelas para adaptar la pirámide a sus exigencias. No pueden silenciar, además de los datos geológicos, otras curiosidades como los enormes bloques de piedra que tuvieron que ser alzados para construir la base del edificio. O los enterramientos que, como sucedía en Europa en el Paleolítico, fueron hallados en torno a la pirámide.
¿El Cuicuilco una prueba más de contactos, en el pasado, entre Europa y América?
Como siempre, será cuestión de encontrar ciertas pruebas que plantar ante las narices de los más reacios a reconocer la realidad...

sábado, 13 de abril de 2013

EL DISCO CELESTE DE NEBRA O LAS MIL Y UNA INCÓGNITAS DEL PASADO DEL HOMBRE




Estar dispuesto a aprender es también estar dispuesto a sorprenderse.
Cuando pensamos en civilización, solemos dirigirnos mentalmente a lugares como Egipto, Grecia o Mesopotamia. El Mediterráneo, China, o los enigmáticos pero desarrollados pueblos precolombinos de Mesoamérica y Sudamérica. Nunca, o casi nunca, pensamos en Centroeuropa. Nos han explicado siempre que allí, en las orillas de aquellos ríos, las profundidades de aquellos bosques, los hombres vivían en un estado de salvajismo, afilando sus hachas, lanzas y espadas, esperando la llegada civilizadora de los pueblos del Sur.
El disco de Nebra ha de enseñarnos, en primer lugar, que desconocemos una parte
importante del pasado del Hombre

Aunque existían pruebas sobradas de civilización (¿qué más prueba de organización social puede haber que Stonehenge o los dólmenes que encontramos a lo largo y ancho del continente?) hacía falta algo más, y ese algo llegó para la Arqueología en los años noventa.
Más exactamente, en el año 1999. Era entonces, a pocos meses de la entrada en el nuevo Milenio, cuando un grupo de aficionados a la Arqueología encontraba en Nebra (Alemania, estado de Sajonia-Anhalt), un extraño disco de oro y bronce, de en torno a 2 kilos de peso y algo más de 30 centímetros de diámetro. Un objeto tan raro, tan extraño y peculiar, que los investigadores creyeron, en un primer momento, que se trataba de una falsificación.
Se le hicieron todo tipo de pruebas, se investigó el chisme de arriba abajo, y resultó ser real. Nadie podía haber sido capaz de fabricar una falsificación de aquella calidad. Determinaron que su antigüedad era de cerca de cuatro mil años de antigüedad.
A partir de entonces comenzó a especularse sobre su función, su posible utilidad.
Las investigaciones apuntan a que el disco era utilizado como una especie de calendario
que se servía de la posición del Sol a lo largo del año.

En su cara principal aparecen representados claramente el Sol, la Luna, y constelaciones de estrellas, de las cuales la más visible parece ser la de las Pléyades. También unas figuras tachonadas de muescas que podrían haber servido para calcular la posición del Sol en diferentes estaciones del año, y que se asemejan a otras figuras similares encontradas en piedras, cuevas, y bajorrelieves del mismo periodo.
Una herramienta impropia, desde luego, de seres salvajes dedicados exclusivamente a la guerra de clanes, la caza y la recolección de frutos silvestres.
Demasiado, seguro, para gentes sin seso.
Y sin embargo, y a decir de los expertos, la más antigua representación del firmamento encontrada hasta ahora, no sólo en Europa, si no en todo el mundo.
Estamos convencidos, y nos atreveríamos a apostar, que no será la última. Siendo conscientes, como somos a estas alturas, de que conocemos muy poco, poquísimo, del pasado del Hombre.

miércoles, 10 de abril de 2013

¿QUÉ OCURRE EN LA ZONA DEL SILENCIO?




En 1930, un piloto de aviones mejicano denunció la pérdida de señales de su radio durante un vuelo que realizaba sobre una pequeña zona desértica situada entre los estados de Durango, Chihuahua y Coahuila. Fue la primera vez que hubo constancia de anomalías en la zona, o eso, al menos, es lo que deberíamos creer de no ser demasiado perspicaces…
¿Qué ocurre en este misterioso lugar del norte de México?

Hablamos de uno de esos  lugares del mundo lleno de misterios. Misterios, en este caso, silenciosos, como silenciosa es la atmósfera que rodea este enigmático lugar.
Quienes lo han visitado coinciden en asegurar que se trata de un lugar muy raro. Y no es sólo que las radios allí sufran constantes interferencias. Las brújulas fallan y dejan de apuntar al norte magnético, las piedras que pueden encontrarse remiten a otros mundos. Hay constancia de mutaciones en animales y algunos tipos de plantas…
El primer caso registrado data de 1930, decimos, y de él proviene el nombre que se le dio al lugar. Pero muchos investigadores apuntan a siglos atrás, hacia las civilizaciones que crecieron al norte y al sur de la Zona del Silencio.
Los anasazi, al norte, y los mayas, al sur, fueron pueblos de enormemente desarrollados. Las ruinas de sus monumentos así lo atestiguan. Sus leyendas, sus mitologías, apuntaban a un origen celestial de sus miembros. Tanto mayas como anasasi veían en el cielo el lugar del que, en algún momento del pasado, habían llegado sus ancestros. Veneraban a dioses llegados del espacio, de aquel lugar mítico que veían cada noche, sobre sus cabezas, cuajado de estrellas… Se dedicaron a estudiarlas bien, a conocerlas a fondo. ¿O acaso las conocían ya sin necesidad de adquirir esos conocimientos?
¿Qué vínculos unieron en su momento a los anasazi o a los mayas
con los extraños fenómenos que desde siempre se han registrado en la Zona del Silencio?

El caso es que la Zona del Silencio ha sido tradicionalmente un lugar propicio para el avistamiento de objetos extraños no identificados. Hay quien ve en ella un lugar, como el Triángulo de las Bermudas o las pirámides de Gizeh (lugares con los que, casualmente, la Zona del Silencio está alineada en línea recta), de aterrizaje. El caso es que sí han aterrizado sobre ella, a tenor de los estudios geológicos del lugar, muchísimos meteoritos.
¿Qué hay en este lugar que lo hace tan especial? ¿Hasta qué punto ha influido en el desarrollo de culturas tan impresionantes como la maya o la anasazi?
A veces basta con tan sólo mirar sin prejuicio alguno…

lunes, 8 de abril de 2013

¿JUDÍOS EN LA AMÉRICA PRE COLOMBINA?




Es tanto lo que desconocemos del pasado del continente americano, que las teorías acerca de los orígenes de su población antes de la llegada de Colón, la antigüedad de estos pueblos y sus posibles conexiones en el pasado con gentes venidas de otros continentes, crecen y crecen sin parar.
La ciencia, que es lenta por naturaleza, se encuentra muchas veces maniatada ante teorías que la desafían y ponen delante de sus narices pruebas de cosas que parecen imposibles, pero que son muy difíciles de negar.
¿Estuvo América tan aislada del resto del mundo como nos quieren hacer creer?

En algún momento más adelante hablaremos del mítico viaje de Rata y Maui, que siglos antes del nacimiento de Cristo fueron capaces de llegar mucho más lejos de lo que hasta no hace demasiado se imaginaba uno que podían llegar, por mar, los hombres de la Antigüedad…
Se ha hablado de africanos en Centroamérica, de vikingos en las costas de Nueva Inglaterra, en Canadá, y hasta de templarios o chinos en el Caribe.
A muy pocos se les ha ocurrido pensar en el pueblo judío, el pueblo más viajero de todos, y paradójicamente –o no tanto–, el que posee una de las tradiciones más antiguas.
¿Pudieron llegar embarcaciones fenicias a las costas americanas? ¿Lo hicieron junto a ellos
 miembros del pueblo judío?

Entre ellos, Zecharia Sitchin, autor del ya mencionado en este blog Los reinos perdidos. Sitchin nos habla de las conexiones que, si se quiere, pueden encontrarse entre los antiguos pobladores de Judea y las grandes civilizaciones americanas. En la religión, el arte, conceptos filosóficos… Hasta en la fisionomía de algunas gentes del viejo continente representadas en bajorrelieves o cerámica.
Hay quien apunta a que podrían tratarse de descendientes de las diez tribus perdidas de Israel que menciona la Biblia. Otros, que algunos judíos podrían haber llegado a América en barcos fenicios. Un pueblo que tiene demostrada de sobre su habilidad, en el pasado, a bordo de un barco…
Si la ciencia no lo remedia pronto, seguirán saliendo pruebas de todas partes que contradigan sus preceptos clásicos.
Nos aguardan tiempos de muchas sorpresas…

miércoles, 3 de abril de 2013

PERCY FAWCETT Y LA CIUDAD PERDIDA DE Z


Vivimos en el mundo de Google Earth, de un planeta vigilado por satélites. Para conocer un lugar concreto ya no es necesario desplazarse hasta él; basta encender el ordenador y conectarse a Internet, escribir las coordenadas y esperar a que en la pantalla aparezca una imagen tomada desde el aire; la mayoría de las veces tan nítida como si nos encontrásemos unos pocos metros por encima.
Da igual lo lejos que esté el lugar que buscamos; lo remoto que se encuentre. Uno puede explorar hoy en día desde el sillón de su casa, y convertirse en un observador de primera de las maravillas que encierra nuestro planeta.
Pero hubo un tiempo en que no era tan fácil. Para llegar al fin del mundo había que navegar, o caminar, hacia él. Escalar montañas imposibles, adentrarse en lo más profundo de la selva. Los descubrimientos eran cosa de tipos duros, capaces de soportar los más extremos climas, las más severas condiciones de supervivencia.
Este era el caso de Percy Fawcett, británico y explorador de profesión, que se dejó el pellejo en la selva del Amazonas; en busca del Dorado.
Percy Fawcett (1867-¿?) fue quizá el último gran aventurero.

La leyenda de El Dorado y de ciudades míticas en las que abundaba el oro y la riqueza –una especie de Jardín del Edén real, que podía encontrarse–, había fascinado ya a todo tipo de aventureros desde la época del Descubrimiento. Los nativos americanos hablaban a los recién llegados de las maravillas de este lugar, cuya localización era todo un misterio. Siglos después de las aventuras de Pizarro, Orellana y otros, lo intrincado de la selva amazónica, los misterios que encerraba todavía para el hombre de principios del s. XX, sedujeron también a Fawcett.
El tipo se obsesionó tanto, que empeñó todo lo que tenía –incluida su vida– por encontrar la ciudad mítica del Amazonas, que él llamó enigmáticamente “Z”. Se apoyó en las leyendas de las tribus que vivían bajo la espesura del bosque tropical, pero también en observaciones hechas por los conquistadores –a través de algunos relatos y un curioso manuscrito que en la actualidad se conserva en un museo brasileño, y en algunas de las pruebas que fue encontrando en sus varias expediciones a la zona.
Fawcett murió intentando encontrar El Dorado. Nunca se supo qué había ocurrido con él y con quienes le acompañaban en su última expedición. Durante mucho tiempo se le creyó un loco, y numerosas leyendas contribuyeron a que tanto él como quienes le creyeron quedaran al margen de la historia “oficial”.
Recientemente, tal y como recoge el libro 1491, una nueva historia de las américas antes de Colón, de Charles C. Mann, los arqueólogos comienzan a encontrar pruebas de que quizá Fawcett, y otros que pensaban como él, no estaban tan locos. La posibilidad de una civilización perdida en lo más profundo de la selva es ya factible. Están apareciendo restos de ciudades, de edificios importantes, que corroboran las sospechas del explorador.
La ciudad de Z, por la que Fawcett dio su vida, podría ser, finalmente, una realidad...

América, ya se ha dicho por aquí, sigue siendo el continente más misterioso.
Y espíritus como el de Fawcett tendrán que seguir apareciendo para continuar allí donde Google Earth se queda corto… 

lunes, 1 de abril de 2013

EL CRISTAL LÍBICO DE TUTANKAMÓN Y EL INQUIETANTE FENÓMENO DE TUNGUSKA




No nos cansaremos de repetir que pese a los adelantos técnicos, a los avances que los humanos de todas las partes del globo han ido sumando para conseguir –al menos hasta donde sabemos– la civilización más avanzada de todas las que ha podido pisar la faz de la tierra, aún sigue habiendo montones de cosas por descubrir. Montones de enigmas, de misterios que aún no han podido ser resueltos.
De entre todos ellos, el del enigmático cristal líbico es uno de mis favoritos.
El misterioso y enigmático cristal líbico aparece adornando uno de los tesoros encontrados
junto a la tumba de Tutankamón...

Hablamos de un cristal que fue encontrado entre los tesoros del mítico Tutankamón, y que supone un verdadero reto para la ciencia.
Porque se trata de un cristal extraño, que nada tiene que ver con otros que elabora por su cuenta la naturaleza. Léase cristales, por ejemplo, formados de forma natural durante las erupciones volcánicas.
Su color le asemeja al jade, pero no es jade. Es cristal, por su composición química, pero no se tiene constancia de otro que se le parezca.
Según los expertos, proviene de un lugar remoto del Sáhara; un punto de este inmenso desierto cuyos paisajes recuerdan a Marte. Quizá no por casualidad.
Se ha dicho que pudiera proceder del espacio exterior; haber llegado a la Tierra como parte de algún asteroide que en el pasado pudiera haber impactado contra la superficie africana. Pero, ¡ay!, se ha demostrado que no hay cráter allí donde aparece; ningún resto o prueba de impacto alguno, como sí los hay –muy evidentes– en otros lugares donde hay constancia de impactos similares.
¿Cuál es el origen, pues, del cristal líbico?
Las últimas investigaciones sugieren alguna relación con lo nuclear. Alguna especie de explosión nuclear, que podría haber formado estos cristales. Pero los estudios hablan también de que la formación de dichos cristales es muy antigua, mucho más que la invención de la fisión y otras siniestras meteduras de pata del hombre civilizado. Y entonces –tenemos que preguntarnos–, ¿qué pudo haber ocurrido hace miles de años; qué extraño fenómeno, de características atómicas, se produjo entonces en el Sáhara que dio como resultado estos bellos, pero misteriosos minerales?
La respuesta la encuentran algunos en el también extraño suceso de Tunguska.
Para los no iniciados, diremos que hay mucha información al respecto en Internet.
Hablamos de un misterioso fenómeno natural que asoló hectáreas de bosque, a principios del s. XX, en Siberia. Se habló primero de la caída de un meteorito, una hipótesis que finalmente fue descartada. Precisamente por la ausencia del propio meteorito. Y del cráter que, de haber hecho impacto en algún momento, habría en alguna parte.
¿Fue un fenómeno similar al de Tunguska el que dio como resultado la formación de los cristales líbicos? ¿Qué extraño fenómeno es ese, totalmente imprevisible y devastador?
El hecho de verlo relacionado con los faraones, y especialmente con Tutankamón, da que pensar. También su extraña belleza que, como en el caso del jade, lo hacen candidato número uno a convertirse en mineral sagrado…

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