lunes, 31 de diciembre de 2012

¡FELIZ 2013!


Que el próximo año os traiga felicidad y prosperidad, y montones de misterios con los que seguir soñando...

viernes, 21 de diciembre de 2012

LOS OLMECAS Y SUS CABEZAS DE RASGOS AFRICANOS




La cultura olmeca es considerada por muchos investigadores como el origen de las grandes civilizaciones de Mesoamérica. Hay indicios de su existencia de en torno al 1.200 a. C., todos hallados en torno a varios yacimientos del sur de Méjico. Entre los más importantes y célebres, las gigantescas cabezas que, a decir de los arqueólogos, aquella civilización construyó para homenajear a reyes o jefes guerreros fallecidos.
El que mira de frente a estas estatuas ve lo que ve...


Los rasgos africanos que se aprecian en ellas –labios y nariz gruesa, rostro ovalado– han suscitado la idea de un posible contacto en el pasado remoto de la humanidad entre América y África, algo que, de momento, no ha podido ser demostrado científicamente. Al parecer, no existen indicios de similitud entre los ADN de la población americana y los de ningún pueblo africano.
Pese a todo, los rasgos están ahí, y cualquiera que se interese por el asunto lo puede comprobar echando un simple vistazo a las cabezas. Uno mira las estatuas y ve lo que ve. Hay expertos que indican que los guerreros o reyes representados tienen los rasgos de aquella manera porque fueron idealizados, realizados por el artista para asemejarlos a un jaguar, animal venerado por la cultura olmeca. 
Pero, en cualquier caso, las pruebas de la presencia africana en América va más allá de estas cabezas. Hay documentos antiguos que revelan posibles viajes al Nuevo Continente de embarcaciones del reino de Mali hacia el s. XIV.
Entre ciertas partes de África y ciertas partes de Brasil la distancia no es demasiado larga. Además, las corrientes del Atlántico, que tan bien conocía Colón, podrían transportar de un lugar a otro grandes embarcaciones o una balsa que hubiera quedado a la deriva, tal y como demostró Thor Heyerdahl en el Pacífico.
El ADN puede rastrear sobre lo que se ha encontrado, sí. Pero, ¿y las evidencias que están aún por encontrar? ¿Y de lo que permanece oculto, esperando a ser desenterrado? ¿Podían haber sido esos dioses representados por los olmecas gentes que habían aparecido un día, y que después se habían marchado?
Son preguntas que quizá algún día logren ser esclarecidas.
De momento, sólo podemos especular con que la presencia de extranjeros en el remoto pasado de América sea, en el futuro, algo así como la Troya de Schliemann del s. XXI.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

ARQUEOASTRONOMÍA




El cielo ha cambiado mucho en las últimas décadas, sobre todo en las grandes ciudades y sus alrededores. Al llegar la noche, y mirar hacia arriba, uno puede considerarse afortunado si, en un día despejado, consigue ver cinco o seis estrellas, e incluso alguna constelación.
Los antiguos quisieron reflejar en la Tierra lo que veían al mirar hacia arriba.

Son contrapartidas del mundo moderno, que confirman algunos de los temores que suscitó la aparición de la luz eléctrica allá por el s. XIX.
Pero en la antigüedad, desde el inicio de los tiempos, el cielo nocturno era un espectáculo capaz de sobrecoger a cualquiera. Las estrellas conformaban un tapiz inmenso, que abría la imaginación a todo tipo de interpretaciones. Dioses, mitologías, posibilidad de adivinar el futuro. Aquel telón mágico, aparentemente inmóvil, no permanecía quieto un segundo. Además de los cometas, existía un movimiento casi imperceptible y muy lento, que hizo sospechar a algunos que la tierra que pisaban podía ser también, como los astros, un objeto redondo.
La arqueoastronomía se dedica a investigar en torno a los conocimientos astronómicos de los antiguos, ya sea a través de las herramientas que utilizaban, a través de lo que al respecto dejaron escrito, o a través de otro tipo de elementos –como monumentos, o leyendas– que se sospecha que fueron influidos por este tipo de conocimientos.
Se ha hablado mucho del carácter astronómico de yacimientos megalíticos como Stonehenge. De esas piedras verticales, alineadas en círculos, que para algunos expertos constituye una especie de calendario. También de las pirámides, y otros monumentos del antiguo Egipto, supuestamente alineadas de forma coincidente con la constelación de Orión (ya hablaremos en su día de Graham Hancock y sus teorías, sus aciertos y sus errores).
Mucho se está hablando de los mayas en los últimos tiempos. Fueron grandes astrónomos, como los chinos o los árabes, que supieron dar una aplicación práctica a sus investigaciones, y convirtieron las constelaciones en un mapa para navegar por el mar.
Hay muchas leyendas en torno a estos asuntos, y quizá una de las más interesantes sea la de los dogones, ese pueblo africano de origen incierto cuyos conocimientos astronómicos han sorprendido enormemente a los investigadores, que no se explican cómo podía saber tanto del Cielo un pueblo en apariencia tan atrasado tecnológicamente.
Los más imaginativos hablan de visitantes de otras galaxias. De dioses que en realidad serían viajeros espaciales que, como los conquistadores españoles en América, habrían traído una nueva civilización al planeta.
Sea como fuere, un cielo nocturno debidamente alumbrado es capaz de convencer a cualquiera, incluso al más escéptico, de que la naturaleza por sí misma es el mayor de los misterios.

lunes, 17 de diciembre de 2012

VERDADES Y MENTIRAS SOBRE LA AMÉRICA PRE COLOMBINA




La Historia suele ser injusta con los perdedores; en el mejor de los casos los ignora, u ofrece de ellos una visión totalmente equivocada que nada tiene que ver con la realidad. Es el caso de los habitantes del Nuevo Mundo después del “Descubrimiento” y posterior conquista.
El pasado de América sigue siendo un gran enigma.

En su libro 1491 Una nueva historia de las Américas antes de Colón, Charles C. Mann trata de romper algunos tóicos y ofrecer una visión más real de lo que era aquel continente antes de que Colón y su tripulación arribara a las Bahamas.
En primer lugar, insiste en que los datos de población de aquel continente precolombino que se han estado barajando hasta el momento son erróneos. Considera que se fundamentan únicamente en lo que vieron los conquistadores, y que para nada tienen que ver con la realidad. Según apunta, basándose en estudios científicos, la llegada de los europeos trajo una serie de enfermedades –principalmente la viruela– que fueron diezmando a la población mucho antes de que lo hicieran los propios europeos y sus armas. De esta manera, Pizarro habría conocido un imperio Inca inmerso en una suerte de “peste negra” que habría facilitado la conquista de aquel pueblo, negando otras razones que han sido defendidas durante siglos, como la inferioridad técnica de los indígenas, o el terror que podrían haber causado soldados cubiertos de armaduras a lomos de caballos. Charles C. Mann cree que, de no haber hecho aparición años antes la viruela, los Incas –o lo que quedaba de ellos– podrían haberse enfrentado a los conquistadores dignamente, y haberles dificultado mucho más la victoria o incluso haber podido derrotarles.
Como el de Egipto, la mayor parte del pasado de América sigue siendo un enigma. Los descubrimientos que siguen produciéndose a cada momento cuestionan cada vez más lo que dábamos por sabido. Tiahuanaco, el misterioso pueblo Chachapoya o los olmecas, suponen un verdadero reto para arqueólogos, historiadores y científicos. ¿Qué función tenían las figuras de nazca? ¿Por qué los mayas se empeñaron en poblar la península del Yucatán, en principio tan hostil para el hombre, que tuvo que realizar grandes esfuerzos técnicos para hacerla habitable? ¿Provenían los americanos de algún lugar de Asia o estuvieron allí siempre?
¿Qué función tuvieron las impresionantes figuras de Nazca?

Hemos empezado a interesarnos por todo esto hace relativamente muy poco –Machu Pichu, por ejemplo, fue dada a conocer para occidente bien entrado el s. XX–, y todo apunta a que las sorpresas que nos depara el futuro son enormes. Quizá la respuesta a muchos misterios se encuentre bajo tupidas selvas amazónicas, en algún valle andino, o al borde de un río de Norteamérica, bajo helechos y árboles gigantes.

lunes, 3 de diciembre de 2012

VIAJE A RENNES-LE-CHATEAU



A Rennes Le Chateau se accede a través de una estrecha carretera sinuosa, llena de curvas, que va ascendiendo mientras bordea un valle abierto y ancho entre montañas no demasiado elevadas. Es un paisaje que recuerda a los campos de Soria, o a los del lado segoviano de la sierra de Guadarrama. 
Sólo hace falta asomarse a esa ventana y comenzar a soñar...

Al llegar, uno se topa con un conjunto de casitas de piedra y tres o cuatro calles ­–no parecen muchas más-, que sorprenden a alguien que llega con la mochila llena de leyendas, fantasías e ilusiones sobre un lugar mítico en el mundo del misterio.
Deja inmediatamente el coche en cualquier lado, y se pone a caminar.
Busca los rincones por los que anduvo el mítico párroco Bérenger Sáunière, que llegó allí un día de 1885 y forjó un cuento que parece de hadas y que, a decir de muchos, fue totalmente real.
Se cuenta que Sáunière vino a este pueblecito del sureste francés –próximo a Tolouse y Carcasonne, a los Pirineos y al mar Mediterráneo­-, sin un duro en el bolsillo. Que encontró algo en la iglesia, bajo el altar, que podría haberle dado la pista del mítico tesoro de los templarios. Que buscando, investigando junto a algunos misteriosos personajes con los que se le relaciona, halló oro o lo que fuera, y que empezó a prosperar.
Todavía quedan en pie algunas de las obras que llevó a cabo gracias a su posible hallazgo. Reformas en la iglesia parroquial, una mansión preciosa, modernista y llena de lujos, y una torre dedicada a María Magdalena. Asomarse a sus ventanas, y ver el valle abajo, extendiéndose a las faldas de su promontorio como un mar sereno, totalmente calmo, es una sensación inigualable. Uno puede imaginar a Sáunière paseando por allí, rodeado de libros, manuscritos y planos, y se imagina mil y un argumentos para películas, libros y relatos. ¡Qué tertulias hubieron de desarrollarse allí, en aquellos saloncitos que en otoño se ven bañados por una luz dulce y cálida al atardecer! Dan Brown y su Código Da Vinci dieron buena cuenta de ello.
Pero al margen de estas leyendas, el lugar es asombrosamente inspirador. Uno de esos centros telúricos que recorren Europa de cabo a rabo. También el mundo entero. Un lugar mágico, como el castillo de Montsalvat, no demasiado lejano.
Bérenger Sáunière (1852-1917)

Tras cientos de kilómetros de carreteras, de haber cruzado fronteras y de haber pasado fatigas; cuando uno, digo, llega por fin al lugar, y se deja poseer por la magia que emana del subsuelo, se olvida de todo. Piensa que qué suerte haber tenido la ocasión de contemplarlo, y piensa, también, en todas las cosas que le quedan por ver y que algún día verá. A veces la imaginación es el mayor de los tesoros.
La imaginación, y esos libros que tanto inspiran. Junto a lugares como Rennes-le-Chateau.

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