Solemos admirarnos de los conocimientos astronómicos de los mayas, de la
sabiduría egipcia en torno al Universo, y sólo recientemente, y muy poco a
poco, caemos en la cuenta de que la vieja Europa –la viejísima Europa– mira al
cielo estrellado, al parecer, desde hace muchísimo tiempo, más de lo que nos
habían enseñado a creer.
El misterio del círculo de Goseck, en Alemania, se remonta, según los expertos, a cerca de 5000 años antes de Cristo... |
Si los datos que ofrecen las últimas investigaciones no fallan, podríamos
estar hablando del observatorio astronómico más antiguo del planeta.
Es el círculo de Goseck, en la región alemana de Sajonia, muy próximo a
donde fue encontrado el disco de Nebra, que ya comentamos por aquí.
Goseck es sólo uno más de los muchos túmulos circulares hallados por todo
el continente; quizá el más espectacular de todos.
Como las pirámides centroamericanas, se eleva sobre la llanura hacia el
cielo, y permite observar la belleza perfecta de los fenómenos astronómicos,
tales como los solsticios.
Su antigüedad, de aproximadamente 5.000 años –si no más– es una prueba de
que, como en otros casos, apenas sabemos nada de aquellos hombres responsables
de otras maravillas toscas y grandiosas como Stonehenge. Sólo que se agrupaban
en tribus, que sabían el secreto de los metales, de la agricultura… y que eran
capaces de manejar enormes pilares de piedra maciza, de toneladas de peso, y
colocarlos, como si se tratara de niños jugando, al modo en que se disponen los
naipes para formar un castillito.
Lo curioso de todo, tal y como han repetido incansablemente algunos
expertos, es que monumentos como el de Goseck sólo se aprecian en su totalidad
vistos desde el cielo. Recuerdan, en ello, a las líneas de Nazca.
El disco de Nebra, según todos los indicios, perteneció a la misma cultura megalítica que erigió Gosek, y que tenía una enorme preocupación e interés por lo que revelaban las estrellas... |
Volviéndonos locos, un poco más atrevidos de lo normal, podríamos apuntar a
interesantes teorías que nos llevan a pensar, por ejemplo: ¿y si fueran un
mensaje del pasado de cara al futuro que es, quizá, éste, nuestro presente? ¿Y
si no es una casualidad que fueron puestos ahí para que el hombre los viera
sólo cuando fuera capaz de volar? ¿Debemos creer en la simpleza de sus
artífices? ¿O por el contrario, pensar que su simpleza es sólo un intento de
seres distintos, completamente alejados de nosotros, por comunicarse? ¿Podrían
esos círculos, esas líneas rectas que repasan la trayectoria del Sol, ser como
la melodía simple e infantil de “Encuentros en la Tercera Fase”?
Aunque no lo fuera, nos encanta pensarlo…
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