En 1947 se
producía uno de esos momentos cumbre de la historia que luego, por esas cosas
que tiene la vida, quedan poco a poco en el olvido, recordadas únicamente por
los amantes del misterio, la aventura y el conocimiento.
La Kon Tiki, tal y como puede admirarse en el museo de Oslo (Noruega) dedicado a Thor Heyerdahl y sus expediciones. |
Era el año en el
que la Kon Tiki, una balsa fabricada en el Perú con troncos de árbol, paja y
cuerdas, recorría, por mar –sin ayuda de un motor o de otras naves de apoyo– la
distancia que separa las costas occidentales de América del Sur de la
Polinesia. Su capitán, el antropólogo y aventurero noruego Thor Heyerdahl,
demostraba así que el tráfico entre el continente y las islas que salpican el
Pacífico había sido posible en el pasado, echando por tierra la cerrazón de
aquellos que lo habían negado por completo durante décadas.
Se trata de una
de las mayores gestas del ser humano, y que sorprende por su magnitud en
diversos aspectos.
Por un lado está
la aventura. Estremece imaginar a aquellos hombres flotando a merced de las
olas, en mitad del inmenso Océano, y tratar de ponerse en su lugar. De noche,
cuenta el propio Heyerdahl, en el libro que relata sus peripecias, les sorprendía
el aspecto de la bóveda celeste, y les parecía haber retrocedido varios siglos
en el tiempo.
Por el lado
científico, la gesta vino a poner a prueba a quienes negaban la capacidad náutica de los hombres del lado izquierdo de los Andes. Venía a demostrar que
podía haber habido contacto con los habitantes de ese continente anfibio
situado en el triángulo formado por Hawaii, Nueva Zelanda y la isla de Pascua.
La expedición Kon Tiki sirvió para dar algunos pasos importantes en la resolución de los misterios de Pascua. |
Luego, Heyerdahl
se embarcaría en otras aventuras, que pretendían demostrar contactos similares
entre Egipto y América, a través del Atlántico, pero esa ya es otra historia.
La Kon Tiki puede
colocarse al lado de viajes míticos como el de Colón, Magallanes y muchos
otros. Como aquéllos, tuvo en contra a muchos que, desde un lugar seguro en la
tierra, le tachaban de loco e imaginativo.
Por suerte, tuvo
la suerte de su lado para demostrarles que no estaba tan loco.
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