Extraterrestres, los hay de todo tipo. La historia de la Ufología nos ha dejado
descripciones de contactos con seres altos, bajitos, peludos, imberbes, de
grandes ojos, pequeñas cabezas, largas extremidades, piel translúcida,
fantásticos súper poderes... La historia de la televisión y el cine también,
aunque quizá, en su caso, de una manera un tanto interesada.
El caso es que es
difícil creer en cualquiera de ellos. La mente humana, ante lo desconocido,
reacciona tratando de asimilar en base a lo que ya sabe, y tiende a relacionar
las nuevas experiencias adaptándolas a sus esquemas mentales. Mucho más ante un
fenómeno desconocido, que aparece por sorpresa, y que –es mi opinión– no debe
parecerse a nada de lo que se haya visto antes. (¿O sí?).
Por eso es
posible que haya habido siempre tantos humanoides. Tantos platillos volantes.
Por eso, quizá, también el cine –y aquéllos que “manejan sus hilos”– se han preocupado tanto, a lo largo de las
últimas décadas, de que el fenómeno quede lo suficientemente ridiculizado ante
la opinión pública, y no sea abordado desde un punto de vista serio, como
una posibilidad más de las que nos brinda el conocimiento.
Algo hay, y lo
saben.
Si no, desde luego, no habría cambiado tanto el
discurso en los últimos tiempos. Hemos pasado de encubrirlo todo a través de apariciones y fenómenos
religiosos, o de negar experiencias que después resultaban desclasificadas y expuestas –con algún que otro amaño, alguna que otra
manipulación–, a ver señuelos por todas partes, informaciones “oficiales” cuya
finalidad, de forma inequívoca, parece ser el prepararnos para algo que está a
punto de pasar. Cabe destacar, como ejemplo, las declaraciones de gente como el
Premio Nobel de Física Frank Wilczek,
o las del físico y divulgador británico PaulDavies, que se suman a las vertidas no hace demasiado por el también
divulgador Stephen Hawking.
Por no hablar del
viaje a Marte, y de aquello que se nos ha contado por activa y por pasiva
acerca de que podrían encontrarse, muy pronto, signos de vida de algún tipo en
aquel planeta.
Estamos en un año
muy significativo. Un año sagrado para
los mayas, que tanto parecían saber de las estrellas. Sea casualidad o no,
el caso es que la sensación de que algo se aproxima es muy intensa.
¿Veremos entonces resueltos los enigmas? ¿Sabremos entonces de dónde venimos, de
dónde vienen tantas cosas que no comprendemos?
No parece que
quienes mandan estén dispuestos todavía a decirnos la verdad. Mientras tanto, habremos de conformarnos con mirar hacia el
cielo, algo que, de momento, nadie puede prohibirnos.
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