Hay una escena en Regreso al Futuro (la interesantísima y divertidísima comedia de ciencia ficción dirigida por Robert Zemekis en 1985), en la que Doc, el
científico inventor de la máquina del tiempo, explica al protagonista, Marty
–interpretado por Michael J. Fox–, cuál es el problema al que se enfrenta después de haber
viajado al pasado. Según le muestra, ayudándose con un esquema, su presencia en
el pasado compromete su futura existencia, después de haber hecho –por
accidente– que sus padres no lleguen a conocerse.
La ciencia ficción, cada vez menos ficción. |
Es lo que los
científicos, en la actualidad, denominan paradojas.
Al parecer, estas
paradojas echan por tierra cualquier posibilidad de viajar al pasado. Uno no
puede coger un elemento del presente y llevarlo al pasado. El pasado es algo
que existe en la actualidad, forma parte de lo que somos, y no puede
modificarse más que en el presente. En resumen, que es totalmente imposible.
Otra cosa es el
futuro.
Al parecer, la
posibilidad que abre la ciencia a los viajes en el tiempo, a través de los denominados agujeros de gusano –atajos en el espacio tiempo, mínimos en tamaño, pero que están
por todas partes– se limitaría, en todo caso, al futuro.
Y la pregunta es
la siguiente:
No podemos hacer
realidad Regreso al Futuro, pero sí Terminator o 12 monos. Podemos trasladarnos
a tiempos futuros para prevenir guerras, desastres y demás. Conseguir
información relevante. Pero el viajero, el voluntario que se fuese cincuenta
años hacia adelante –o cien, o mil–, ¿podría regresar de nuevo?
¿Las estaremos ignorando en su grito desesperado por ser comprendidas? |
De modo que aquél sería sólo un testigo inútil. Un libro de historia vivo, cuya voz, probablemente, sería ignorada.
“Señores, vengo
del pasado”.
Eso no
impresiona.
Para eso están ya la historia, la arqueología. Los papiros, los restos óseos que desafían el paso del tiempo. Los grandes monumentos. Los grandes y extraños monumentos, como las pirámides, que desafían al presente con su enigmática grandiosidad.
Para eso están ya la historia, la arqueología. Los papiros, los restos óseos que desafían el paso del tiempo. Los grandes monumentos. Los grandes y extraños monumentos, como las pirámides, que desafían al presente con su enigmática grandiosidad.
¿Les estaremos
ignorando en su grito desesperado por ser comprendidas?
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