Cuenta la
leyenda que donde hoy se ubica el paseo del Tránsito, en plena judería toledana
y al borde del Tajo, hubo en tiempos un palacio que hoy ha desaparecido por
completo y en cuyo interior tuvo lugar una de las anécdotas más inquietantes y
misteriosas de la ciudad imperial, la más mágica de todas, por otra parte.
¿Hasta dónde llegaron los conocimientos alquímicos del marqués de Villena? |
Y es que
aquel palacio era propiedad de Enrique de Villena, un noble de triste biografía
que pasó la mayor parte de sus días encerrado entre sus paredes, estudiando,
dicen, artes mágicas y todo lo que Toledo, en este sentido, podía ofrecerle,
que era mucho.
Dicen que se
convirtió en un gran experto, poseedor de una biblioteca impresionante dedicada
a la nigromancia, la alquimia y otras artes ocultas –que luego se perdió, por
un incendio–, y que hacia el final de su vida decidió poner en práctica algunos
de estos saberes, en particular, aquellos que prometían una vida después de la
muerte, que le rondaba de cerca.
El marqués
–que así era conocido popularmente, aunque la verdad es que había perdido el
título que le correspondía en una batalla disputada por su padre– dejó a su
criado una serie de instrucciones que este debía de cumplir una vez exhalado el
último suspiro. Dicen que aquél, de alguna manera influido por el respeto que
le merecía la leyenda en torno a su amo –conocido en la ciudad por su
sabiduría, pero también por su temible afición a lo oculto, siempre imbuida de
cierto halo maldito– cumplió lo pactado y tras el fallecimiento del marqués se
hizo pasar por él tal y como aquél le había ordenado.
La idea era
dar a entender a los habitantes de la ciudad que seguía vivo, vistiendo sus
mismas ropas y cumpliendo algunas costumbres diarias, como el ir a misa o
asistir a determinados actos públicos.
La gran pirámide invertida de Toledo, de Marcus Polvoranca, una novela ambientada en el Toledo mágico y subterráneo del padre Ventura, donde todas las leyendas cobran vida... |
Dicen que lo
cumplió a la perfección, durante un tiempo, hasta que un día la casualidad le
obligó a descubrirse ante una comitiva callejera, y el fraude salió a la luz
con todas sus consecuencias.
El criado se
vio obligado a admitir que su amo estaba muerto, y ante las sospechas que
recayeron automáticamente sobre él, tuvo que revelarles lo que había pasado, y
conducir a las autoridades hacia el palacio del marqués.
Allí, por lo
visto, lo que encontraron fue tremendo.
El marqués
había ordenado a su criado introducir sus restos en un gigantesco alambique de
cristal. Despedazado, para que su cuerpo pudiera caber por la embocadura.
Un ser
deforme y grotesco había comenzado a crecer en él...
supuestamente gracias a cierta fórmula que debía hallarse en el líquido sobre el que flotaban los restos.
supuestamente gracias a cierta fórmula que debía hallarse en el líquido sobre el que flotaban los restos.
Las
autoridades mandaron destruir aquella aberración, y dicen que el ser gritó de
una manera horrible en el momento de fallecer, arrojado fuera del líquido
protector.
También se
habla de visiones que tuvieron lugar en el exterior del palacio tras los
hechos, y de algo que inquieta aún más, aunque sólo para los que saben leer
entre líneas.
Aquel palacio
terminó siendo ocupado por otro ilustre personaje misterioso, nada más y nada
menos que El Greco, que por lo visto realizó allí algunas de sus más
inolvidables –y enigmáticas– obras.
Ya hemos
dicho que el palacio terminó destruido por un incendio, pero, ¿terminó con ello
la leyenda?
Hay quien
dice que ambos, el marqués y el genial pintor, formaban parte de una misma
sociedad secreta que para quienes hayan leído La gran pirámide invertida deToledo resultará algo familiar. Una sociedad de oscuras intenciones, vinculada
a otras leyendas y misterios de la ciudad aún por descubrir que, si me
permiten, guardaré para otro momento.
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