Cuando los
europeos llegaron a la isla de Pascua, encontraron un lugar erosionado y pobre
donde los moais, aquellas gigantescas cabezas erigidas por los lugareños a lo
largo de la costa, suponían todo un reto a la lógica y a lo que cabría esperar
de una población primitiva emparentada con los polinesios, que había vivido
aparentemente aislada en aquel remoto punto perdido del Pacífico. Pero no fue
lo único que les llamó la atención. Con el tiempo, la llegada de sucesivos
colonizadores y misioneros, se fueron descubriendo evidencias de una historia
turbulenta y que se perdía en el origen de los tiempos, y que daba una idea
diferente de lo que había sido Pascua, también conocida como Rapa Nui.
Los moais no son el único enigma que rodea a la isla de Pascua |
A mediados del s.
XIX, se descubrieron en diversas cuevas de la isla unas tablillas con
inscripciones jeroglíficas. Se trata de tablas de madera –lo que ha confirmado
la existencia de árboles en la isla–, con glifos que representan seres animados
y plantas cuya disposición recuerda a inscripciones etruscas y sumerias. Se
desconoce su significado, pero los estudios realizados en ellas revelan
resultados tan llamativos como la semejanza que podrían tener con un tipo de
escritura localizado en el Valle del Indo, cuna de una de las primeras
civilizaciones de la Historia de la humanidad.
La escritura rongo rongo según Thor Heyerdahl |
Aunque algunos
investigadores muestran dudas sobre esto, criticando que únicamente se base en
similitudes no contrastadas, lo cierto es que es un dato sorprendente, que hace
dispararse la imaginación y aumentar la fascinación por la isla y la historia
de sus habitantes.
Uno se pregunta
cómo es que aquel lugar remoto, el último al que supuestamente llegaron los
polinesios en sus barcas, sea precisamente el que alberga una sofisticación
mayor en materia de técnica, y, quizá, de civilización. ¿Cómo es que el
lenguaje hallado en las tablillas, esa escritura presuntamente emparentada con
la del Valle del Indo, sólo haya sido encontrada en la isla de Pascua, y no
haya ni rastro de ella en el resto de la Polinesia? ¿De dónde procedía todo el
conocimiento que permitió levantar los moáis? ¿Por qué otros polinesios,
supuestamente emparentados con los pascuenses, no tuvieron esa necesidad?
Es una pena que
no haya una Piedra Roseta para el lenguaje Rongorongo. Su hallazgo supondría
poder descifrar las tablillas, y quizá, con un poco de suerte, dar respuesta a
estos y otros misterios que tanto nos apasionan y nos hacen soñar. Seguiremos
pendientes de la isla y de lo que aún tiene que ofrecernos.
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