El 10 de mayo de
1941, un mes antes de que la Alemania nazi lanzase el ataque sobre territorio
soviético que marcaría el desarrollo de la Guerra, una de las personalidades
más relevantes del gobierno de Hitler, el vice fuhrer Rudolf Hess, protagonizaba
uno de los sucesos más extraños de la Segunda Guerra Mundial y, por ende, de la
historia reciente de Occidente.
La experiencia de Hess como piloto en la Primera Guerra Mundial sirvió al vice fuhrer para lanzarse al que sería su último viaje en libertad |
A bordo de un
caza alemán modificado para no ser utilizado como arma de guerra, Hess abandonaba
territorio alemán y se internaba en el espacio aéreo de Inglaterra, país que
estaba siendo masacrado por aquel entonces por la aviación alemana. Tras
sobrevolar durante un tiempo Escocia, el vice fuhrer abandonaba el aparato con
precipitación y se lanzaba en paracaídas en plena noche, quedando a merced del
ejército inglés, que inmediatamente lo apresaba y lo retenía como prisionero de
guerra.
Según la versión
oficial, Hess había viajado a Inglaterra sin permiso de Hitler, preso de un
ataque de locura, para intentar negociar una paz que evitase la guerra de dos
frentes a la que podía verse abocado el Reich si finalmente atacaba a Stalin.
Es un hecho que el vice fuhrer presentó síntomas de demencia durante su
detención, y mucho después, durante los juicios de Nuremberg y a lo largo de su
encierro en la prisión de Spandau. Sin embargo, hay pruebas bastante sólidas de
que la locura de Hess fue algo fingido. Y el secreto es algo que tanto los nazis
como los aliados ayudaron a alimentar para ocultar que sí hubo conversaciones
de paz, que sí que hubo acercamiento, aunque al final el desarrollo de los
acontecimientos fuera el que fue y el que todos conocemos.
Según Martin
Allen, autor de El enigma Hess, el vuelo del vice fuhrer fue el resultado de
una operación llevada a cabo por los servicios de inteligencia británicos para
intentar provocar el ataque alemán a la U.R.S.S. Lo que se intentaba era
convencer a Hitler de que Inglaterra estaba dispuesta a firmar la paz, de
manera que el Reich se viera inmerso en una guerra de dos frentes, y dejara así
de atosigar a Inglaterra. Para ello, se habría puesto en marcha un dispositivo
de acercamiento a Hess, vinculado muy estrechamente, por diversos motivos, a
Inglaterra.
Aunque las
negociaciones se habrían llevado a cabo en un segundo plano, sin implicar
directamente a Hitler, lo cierto es que, según Allen, el fuhrer habría estado
en todo momento enterado de lo que ocurría. Después de que Hess fuera
capturado, y de que se descubriese que todo había sido un engaño, habría
fingido, como el propio Hess, la locura de éste, como una manera de defenderse
de las críticas que podrían haberse generado al descubrirse su intención de
pactar con el gobierno británico.
Allen aporta todo
tipo de pruebas para demostrar la existencia de este complot, en el que se
habrían visto implicados miembros del gobierno británico, e incluso de la
realeza de aquel país.
El apresamiento de Hess fue una más de las victorias del gobierno presidido por Churchill |
En cuanto a Hess,
verdadero protagonista de todo el asunto, es curioso comprobar cómo la
historia, la historia que cuentan los libros de historia y cuyos titulares se
quedan grabados en el imaginario colectivo, nos pinta a este personaje como un
loco que actuó en un determinado momento con precipitación y sin reflexión
alguna, cuando la realidad –los hechos auténticos, comprobados–, ofrecen una
visión radicalmente distinta que hace poner en duda el funcionamiento de la
democracia. ¿Qué hay de cierto en lo que nos cuentan de lo que está pasando hoy
mismo en el mundo? ¿No es cierto que el enigma Hess es una constatación de que
hay y existen realmente las conspiraciones, la alta política, y los engaños,
aunque estos se nos vendan como estrategias del poder para el bien común? ¿No
deberíamos exigir, ahora que se supone que somos ciudadanos soberanos, un poco
más de información?
Hasta el último
momento, el bando aliado controló la información acerca de Hess. El tipo,
supuestamente, moría en 1989 ahorcándose en su celda de la prisión de Spandau, aunque hay investigadores que apuntan a que había muerto mucho antes de aquel vuelo, y que quien estaba preso era sólo un doble. Aquel Hess tenía 93 años y la fuerza y la habilidad para ahorcarse después de casi
cuarenta años de reclusión.
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