miércoles, 18 de noviembre de 2020

VAMPIROS, ZOMBIES Y FANTASMAS DE LA POLINESIA, SEGÚN R. L. STEVENSON

No hace mucho, hablando en este blog sobre los fantasmas del USS Maine, avanzaba mi intención de buscar información acerca de apariciones marinas, fantasmas bajo el agua y en general, fenómenos paranormales vinculados al agua de los mares y los océanos que se salieran de lo habitual.

En mitad de esa investigación, o búsqueda, me he topado con unas notas que tomé hace mucho tiempo mientras leía a mi querido R. L. Stevenson y su libro sobre los mares del Sur.




En ese libro, el escocés destaca la fuerte presencia de lo sobrenatural en las islas del Pacífico Sur; la presencia en el folklore ‒y lo que no es exactamente folklore, sino la vida misma de aquellas gentes‒ de toda clase de fantasmas, inquietantes presencias espectrales y vampiros.

Stevenson comenta lo curioso que resulta saber que todos esos habitantes, digamos, de la realidad daimónica de lugares como Fiji, Samoa o Taithi, son físicos y no evanescentes como acostumbramos a verlos en Europa y Occidente en general.

También son crueles, y siempre hambrientos, como parecían serlo, en general, los habitantes de aquellas islas en la época en que Stevenson las visitó.

Repasando aquellas notas he recordado el impacto que me provocó en su día la anécdota que cuenta sobre un jefe tribal que durante su mandato había provocado el terror entre sus súbditos. Tras su muerte, todos quedaron en paz hasta que el fantasma del tipo comenzó a merodear por entre las cabañas cada noche. Los hechiceros y autoridades de la isla decidieron, con el beneplácito del misionero europeo que vivía con ellos ‒y que a decir de Stevenson estaba igual de aterrorizado que el resto‒ desenterrarlo y volverlo a enterrar boca abajo, como una forma de evitar que volviera a salir de la tumba.

El propio Stevenson reconoce las semejanzas de estos vampiros o zombies polinesios con los que aparecen en nuestras leyendas occidentales.

Conectan, tal vez, con algo que surge de las profundidades de nuestra naturaleza humana y que la cultura, las diferentes culturas, apenas son capaces de modificar en sus rasgos principales.


Robert Louis Stevenson ("tusitala", o narrador de historias, para sus amigos
de Samoa), fue testigo de las terribles historias sobre los demonios del folklore
de aquellas islas paradisíacas...


Fantasmas, apariciones ‒repetimos, de carne y hueso‒ que aterrorizan a los vivos y les obligan a evitar irse a la cama si no es con algún farol encendido. Que les buscan para robarles la comida, o para comerles directamente, pues dicen que se alimentan de carne humana. Que les persiguen a través de los cocoteros sin importarles si es de día o de noche, arrastrándose con la cabeza colgante, trepando por la vegetación y con el aspecto de cadáveres que acaban de salir de sus tumbas. Otros esclavizan a humanos ‒sin importarles si son reyes, o personajes principales‒ para que les sirvan en sus propósitos; otros bajan hacia las poblaciones y ‒dice Stevenson‒ «se juntan entre los habitantes sin llegar nunca a ser descubiertos». Son demonios, según ciertas descripciones; cualquiera de esos seres horribles que existen en cualquier otro lugar del globo pero que en aquel paraíso, en aquel lugar de apariencia idílica, templado, verde y perfumado, parecen dotados de una maldad y crueldad sin parangón alguno, creo, en otras partes del globo.

Hay también seres benignos; apariciones protectoras que ayudan a quienes se encuentran sin que les una ningún vínculo familiar o de cualquier otro tipo. Hay sirenas ‒de cabello rojo‒ que parecen pertenecer a difuntos que moran en regiones infernales bajo el agua. Pero como todo, son aquellos más terribles los que nos impactan y sobre los que parece pedirnos el cuerpo saber más. ¿Son exclusivos de aquellas lejanas islas? Bueno, creo que más bien moran dentro de nosotros. Lo cual, créanme, no ha de ser ni mucho menos tranquilizador…


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