Para
la primera de ellas, debemos cruzar el Atlántico (escribimos desde España) y viajar
hasta la recóndita ciudad de Nassau, en el archipiélago de las Bahamas.
El edificio de a biblioteca pública de Nassau, en Bahamas, fue concebido en su origen como una cárcel... |
La
biblioteca pública de esta ciudad, que alberga además un interesante museo con toda clase de objetos artísticos ‒pinturas, materiales procedentes de los indios Arawak‒, así como documentos
de época colonial, y una completísima colección de viejos periódicos, es única en el mundo por el edificio
en el que se asienta.
Concebido
y construido en 1797 como cárcel, durante más de dos siglos fue el hogar de
cientos de presos que habitaron las celdas que hoy en día ocupan estanterías y
baldas cubiertas de libros. Es toda una atracción turística, además; como curiosidad, el nombre que recibe la planta sótano del edificio aún hoy en día: la "mazmorra"...
Seguimos
en el continente americano para hablar de dos interesantes bibliotecas que
merecen formar parte de este artículo por diversas razones. Una es la ubicada
en el conocido como “Conjuring Arts Research Center”, que es una institución
dedicada a la magia, y el ilusionismo, ubicada en Nueva York, y que, además de
poner a disposición de sus visitantes todo tipo de objetos relacionados con
este arte, alberga una importante colección de libros sobre la disciplina,
algunos con varios siglos de antigüedad.
La
otra es la que puso en marcha en argentina un tipo llamado Raúl Lemesoff, que a
bordo de un antiguo vehículo militar reconvertido en biblioteca ambulante, se
propuso viajar por todo el país ofreciendo libros y promoviendo la lectura en
una iniciativa que llamó “Arma de Instrucción Masiva”, y que cuenta con su
propia página web.
Un antiguo camión militar sirvió al argentino Raúl Lemesoff para crear una llamativa iniciativa de animación a la lectura... |
Volvemos
a Europa, donde empezamos, para hacer una mención a la biblioteca de la
Universidad del Sur de Dinamarca.
Lo
hacemos por un caso bastante curioso; una extraña historia de libros
misteriosos, libros envenenados.
Todo
arrancó con una investigación sobre tres libros de carácter religioso que se
sospechaba habían sido elaborados en los siglos XVI y XVI utilizando restos de
libros más antiguos, de época medieval.
Los
análisis químicos a los que fueron sometidos revelaron, ante la sorpresa de los
investigadores, un elevado nivel de arsénico entre sus páginas, algo nunca
visto en ningún otro libro.
El
arsénico, como sabréis, es un elemento muy tóxico que, dependiendo de la
cantidad y del tiempo de exposición, puede provocar graves patologías en humanos,
incluso la muerte.
¿Cuál
era la función de este elemento en esos libros? ¿Era una trampa para lectores,
al más puro estilo de El nombre de la Rosa?
Nada
que ver, al parecer, y siempre según dijeron los investigadores.
¿A qué se debía la gran cantidad de arsénico encontrada en varios libros de la Universidad del Sur de Dinamarca? |
Todo
se debía a un pigmento muy popular en el siglo XIX, posiblemente el utilizado
para crear un tipo de verde, el Verde
París.
No
fue, ni mucho menos, un color raro; todo lo contrario: llegó a producirse
durante años de manera industrial, para toda clase de objetos: ropa, pintura,
líquidos contra parásitos…
El
elemento, pues, no es algo anecdótico sino que podría estar presente en
multitud de objetos de aquella época; objetos expuestos en museos, incluso; sin
las precauciones que, respecto a estos tres libros en particular, sí tomaron las
autoridades de la universidad danesa: los tres libros «venenosos» se hallan en
un “gabinete especial, ventilado, y han de ser manipulados con guantes…”, según
revelaron los investigadores encargados del estudio a la BBC…
Por
último, y antes de dar por concluido este artículo, queremos finalizar con la
más emotiva de estas bibliotecas curiosas.
Se
trata de la fundada en plena guerra de Siria por varios estudiantes en la
ciudad de Daraya, y que logró, en mitad de los combates y los bombardeos,
reunir miles de libros procedentes de bibliotecas
públicas y de fondos privados, que estaban en peligro de ser destruidos, para el uso y la instrucción de cientos de
personas afectadas por aquel desastre como una forma de proteger ese legado
humano ‒los libros‒ y dar esperanzas y fuerzas, alguna clase de motivación de cara al futuro, a aquellos que
se ven todavía hoy inmersos en aquel infierno de odio y destrucción.
Las
crónicas elogiaron el heroísmo de estos jóvenes y la manera en que incluso
llegaron a arriesgar su vida transportando libros de un lado para otro.
Se
hizo hasta un documental para narrar sus peripecias ‒también un libro, del que no sé si hay una traducción al castellano‒, y todo lo que podamos decir de esta iniciativa se queda corto.
Vaya
para ellos nuestro más fuerte aplauso emocionado…
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