por Marcus Polvoranca
No
se asusten, por favor, a no ser que vivan cerca del río Tomoka, en Florida. Y
aún así, he de advertirles de que se trata de una leyenda con poca base real,
aunque fabricada con múltiples elementos tomados de la realidad, y con una
historia que se remonta varios siglos atrás, en torno a los primeros años de la
colonización europea.
De
lo que se nos habla, más recientemente, es de la aparición de una niebla de
color rosáceo, entre los años 1955 y 1965, en esta zona pantanosa de Estados
Unidos. Numerosos testigos parecen haber visto el fenómeno, para el que se dan
múltiples explicaciones racionales ‒desde efectos de luz en el atardecer,
fuegos fatuos generados por algún tipo de contaminación química, etc‒ sin que
hasta el momento ‒el fenómeno parece haberse limitado a aquella década‒ se haya
dado una explicación definitiva.
Lo
curioso, lo que llama aquí la atención más que otra cosa, es el hecho de que se
trata de una leyenda que no aparece en solitario, como un fenómeno aislado,
sino que se mezcla, se envuelve, dentro de otra serie de leyendas vinculadas al
lugar.
Se
dice, por ejemplo, que la niebla habría provocado en esos años la desaparición
de varias personas, aunque investigadores modernos no han sido capaces de
encontrar rastro alguno de esas desapariciones. Se habla también de cierto
poder «carnívoro» de la niebla, capaz de desintegrar la carne de cadáveres de
hombres y animales, que para muchos locales es la causa del gran número de
esqueletos que pueden hallarse en el entorno del río.
Hay
una leyenda, incluso, que se remonta, como decía al principio, a los años de la
colonización europea, y a un antiguo jefe de una tribu nativa que habría
desafiado al resto de clanes indios por beber de una fuente milagrosa ‒¿la
mítica fuente de la Eterna Juventud?‒ a través de una copa de oro sagrada, que
según la leyenda, tras una encarnizada lucha, seguiría en poder de los
descendientes de los Tomoca ‒el pueblo nativo que da nombre al río‒,
oficialmente desaparecidos.
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Otra
leyenda que está ligada a la niebla carnívora es la de las luces de Tomoka, un
fenómeno paralelo que los investigadores asocian al fenómeno OVNI ‒para otros,
relacionado con las luces similares que se pueden observar en el conocido como Triángulo
de las luces misteriosas de EE.UU.‒, y que, en ocasiones, se confunde con
los atributos de la propia niebla, atribuyéndole también el poder de
desintegrar la carne de quien entra en contacto con ellas.
Como
sea ‒y esto es ya una opinión personal‒, de lo que no cabe duda es de que
hablamos de un lugar especial. Puede que todos los fenómenos tengan su
explicación racional, sensata, y que de lo que se trate, finalmente, sea de un
conjunto de factores relacionados con las especiales características del
terreno: aguas pantanosas, vegetación exuberante; naturaleza, en definitiva, salvaje
y un punto sugerente, y propicia a la ensoñación. Pero puede, también ‒¿por qué
no?‒ que nos encontremos, simplemente, ante uno de esos lugares que la
tradición daimónica, al menos en Europa, describe como propicios para lo
extraño; una especie de puerta hacia otra dimensión.
Sin
querer pontificar sobre esto ‒que para eso ya lo han intentado otros más
entrenados que yo, y con resultados, si no definitivos, sí al menos enriquecedores‒,
nos quedaremos con la idea de haber descubierto otro de esos sitios
interesantes, que apuntar en la libreta de deberes, como futuros destinos para
esos futuros viajes que algún día habrá que hacer en busca de lo desconocido…
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