por Marcus Polvoranca
Todas
las bibliotecas son mágicas. El valor de lo que contienen ‒los libros‒ reside
en la capacidad de estos para activar, mediante esos signos mágicos que son las
letras, las frases, los párrafos que conforman sus diferentes capítulos, ideas
en nuestra mente que nos llevan a viajar, a pensar, a actuar y a cambiar
nuestras vidas siempre, sea de la forma y en la medida que sea.
Hoy
quiero hablarles de algunas de las bibliotecas más misteriosas del mundo,
dejando para otro momento el post que tengo pendiente dedicar a esas otras
bibliotecas imaginarias ‒que no por ello menos reales, e influyentes‒ que
aparecen en algunos de mis libros favoritos. Pero vayamos a las reales.
Comencemos
por la del Vaticano, para algunos una de las más inquietantes del planeta. No
sólo por su catálogo ‒con piezas tan importantes como las actas del juicio a
los templarios, o la excomunión a Martín Lutero‒, sino sobre todo por el
secretismo con el que sus responsables guardan sus tesoros, sólo disponibles a estudiosos
católicos, y con un máximo de tres consultas al día...
Posiblemente
su misterio radica no sólo en lo que se sabe que se oculta sino en aquello que
nuestras mentes elucubran que pueda ocultar, y ahí entra de lleno la
especulación ‒bendita especulación, dicho sea de paso‒ que abre las puertas a
misterios insondables, quién sabe si relacionados con los pilares de la propia
Iglesia ‒¿Linaje griálico? ¿Rennes le Chateau? ¿Vida en otros planetas?‒, o con
la sociedad sobre la que ésta se asienta, que a decir de los que pretenden
saber de esto, podría tambalearse de salir a la luz ciertos documentos ocultos
entre sus estantes...
Otros
ejemplos de bibliotecas misteriosas son las que en su momento poseyeron dos de
las personalidades más enigmáticas e inquietantes de la Historia: el zar de Rusia
Iván el Terrible, y el ocultista y mago inglés John Dee. Tanto una como otra
desaparecieron en su momento víctima de un incendio ‒fue el caso de la primera‒
y de un enigmático saqueo perpetrado por sus enemigos ‒es el caso de la
segunda‒ dicen que propiciados por el carácter maldito de ambas, o tal vez
simplemente por su gran valor.
De
Iván el Terrible se dice que era un aficionado a las artes oscuras, y que
aunque había ordenado la traducción al ruso de muchos de los libros que
acumulaba en sus estantes, quienes estaban encargados de hacerlo se negaron ‒u
obviaron la orden de su jefe‒ temerosos de que los poderes ocultos que éste
había comenzado a manejar se dispararan con los nuevos saberes que podían
propiciarle aquellas nuevas obras.
¿Qué saberes mágicos acumulaba Iván el Terrible para que sus bibliotecarios se negaran a traducir algunos de sus libros mágicos, por miedo a que viera ampliado su poder? |
En
cuanto a John Dee, unas cien de las obras de aquella biblioteca suya se
conservan hoy en día en el British Museum ‒junto a otros objetos de su propiedad
de los que ya hablamos por aquí en su día‒; libros que mezclan magia, y ciencia
de la época ‒hablamos del período Tudor‒ con valiosísimas anotaciones al margen
del mítico ocultista…
Tal
vez alguno de ellos, de los que no quedaron en Inglaterra y formaron parte de
ese saqueo que hizo desaparecer esta formidable biblioteca, terminara pasando a
manos de los nazis, de quienes recientemente se ha descubierto una magnífica
biblioteca en la República Checa dedicada por entero a las artes ocultas.
Al
parecer, al tiempo que estos enemigos de eso que venían en llamar «cultura
degenerada» se dedicaban a quemar en grandes piras libros científicos,
literarios, y de toda clase de materias, un grupo de agentes dirigidos por
Himmler ‒el gran mago negro del nazismo‒ se dedicaban a seleccionar libros de
ocultismo, esoterismo, astrología, brujería, y demás, para confeccionar lo que
pretendía ser la colección más grande de este tipo de temáticas del planeta.
Una
biblioteca maldita ‒si se quiere‒, obtenida a base de rapiñas y saqueos por
todo el mundo, pero biblioteca al fin y al cabo, muestra de cómo el poder
‒incluso el poder más perverso, el movido por los instintos más bajos‒
considera, a su manera, el valor de la cultura, del conocimiento, como una
forma también de poder.
No
tenemos tiempo aquí para hablar largo y tendido, como merecen, de otras
bibliotecas míticas de la Antigüedad como las desaparecidas de Herculano, junto
al Vesubio, la de Celsus, en Turquía, o la del rey asirio Ashurbanipal, la más
antigua conservada a día de hoy.
Dejando
para más adelante otras como la de Alejandría, o la de El Escorial ‒susceptibles
de entradas independientes‒ no me resisto a terminar este pequeño comentario
hablando de la biblioteca del monasterio de Saint Odile, en la región francesa
de Alsacia.
Digna
de una novela gótica, hacia el año 2000 comenzó a registrar misteriosas desapariciones
de volúmenes antiguos que nadie sabía a qué atribuir. Al parecer, los robos se
producían sin que ninguna de las puertas y ventanas férreamente aseguradas
hubieran sido forzadas, y sólo una minuciosa investigación policial logró
averiguar que existía, tras las estanterías de la biblioteca, una habitación
oculta.
Una
cámara oculta permitió determinar que el culpable era un ex profesor
universitario, que a través de este secreto acceso a la biblioteca, había
conseguido reunir en su apartamento 1.100 volúmenes valiosos…
tENGO UN MUSEO MUCHAS OBRAS Y FIGURAS LAS HE COMPRADO POR CATAWIKI DE LOS ALEMANES DE TODA EUROPA DEL NORTE.
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