( (1)LOS TIBURONES DEL INDIANAPOLIS
La Segunda Guerra Mundial es uno
de los episodios más trágicos y sangrientos de la historia
reciente del hombre.
Pero las aberraciones cometidas por los nazis, y los miles de muertos en
bombardeos, batallas, hambrunas y campos de exterminio, no parecieron ablandar
ni mucho menos a la naturaleza, que como si nada siguió a lo suyo a lo largo
del conflicto, a veces incluso con una crueldad que espanta…
El USS Indiannapolis es protagonista de uno de los episodios más aterradores de la Segunda Guerra Mundial |
Fue el caso de lo acaecido a
finales de junio de 1944, en pleno mar de Filipinas.
Hacia la medianoche, el USS
Indianapolis, barco de la Armada Norteamericana, recibía por sorpresa el
impacto de varios torpedos lanzados por un submarino japonés, que en tan sólo
12 minutos terminaban por hundirlo. Cerca de 900 supervivientes quedaban, a
partir de entonces, a la deriva, flotando en mar abierto y expuestos a todos
los peligros que acechan desde las profundidades…
Hablamos de tiburones, por
supuesto.
Decenas, cientos, que llegaron en
poco tiempo, atraídos por el ruido del hundimiento, y el olor de la sangre que
flotaba por todas partes.
Cuentan los supervivientes que
primero se centraron en los cadáveres. El ruido de su chapoteo infernal devorando miembros, masticando huesos y vísceras, debía de ser ya, de por sí,
suficiente para paralizar a cualquiera. Muchos, de hecho, gritaban aterrados
ante el espectáculo invisible, y algunos se hundieron, incapaces de hacer el
esfuerzo necesario para flotar.
Los temibles tiburones tigre estuvieron entre los invitados al festín. |
Los soldados comenzaron a
organizarse, a reunirse en círculo para hacer frente a las alimañas. Pero esto, que al principio pareció resultar
efectivo, no supuso mayor problema para los tiburones.
Terminados los cadáveres, pasaron
a probar suerte con los que aún estaban vivos. Primero los heridos, sin
rechazar alguno que anduviera cerca. Les atraía la sangre, pero también los movimientos
bruscos, los gritos, las brazadas desesperadas. Por eso, quienes habían sufrido
alguna amputación reciente, o quienes comenzaron a delirar horas después, por
haber ingerido agua de mar –apenas contaban con víveres tras el hundimiento–
eran apartados del grupo, que seguía siendo seguro en el centro…
Cuatro días después, llegaba la
ayuda y el rescate de los náufragos. Tan sólo 316 hombres seguían con vida. El
resto, habían sido devorados.
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