LOS DEMONIOS DE TSAVO
A finales
del s. XIX, el continente africano era un inmenso pastel que las potencias
europeas se repartían sin tapujos –ahora el proceso es más sutil, aunque en el
fondo igual de brutal–, expoliando tierras, recursos humanos y todo lo que
brillara o tuviera algún valor para ese capitalismo internacional que comenzaba
a desarrollarse.
James Henry Patterson posa junto a uno de los temibles leones. |
Es en
este escenario, durante la construcción de una línea de ferrocarril en Tsavo,
Kenia, cuando ocurren los hechos que nos disponemos a contar.
Dirigía
los trabajos un tal John Henry Patterson, teniente coronel del ejército
británico, que fue quien, posteriormente, se encargó de contarlo todo; a veces
–según las malas lenguas– exagerando la magnitud de la tragedia, con cifras que
variaban de una versión a otra.
¿De qué
hablamos?
De
leones devoradores de hombres.
Dos
ejemplares en concreto, de una raza peculiar, sin las melenas que caracterizan
a los machos de la especie.
Aparecían
de noche en los campamentos, y entraban directamente a las tiendas de campaña
para atacar a sus víctimas.
Cabe
imaginar el horror; las sensaciones que debían de experimentar esos hombres
indefensos al escuchar los gritos de quienes estaban siendo devorados…
Por lo
que se cuenta, la actitud de los leones era verdaderamente extraña. Siguieron
adentrándose en los campamentos a pesar de las medidas de seguridad que
Patterson fue adoptando. No parecían frenarles ni las vallas de espino, ni los
guardias armados, ni el empeño enfermizo –como no podía ser de otra manera– del
propio Patterson acechándolos, con su rifle, subido a los árboles.
Los demonios de Tsavo, dos leones que han pasado a la historia como protagonistas de uno de los casos de devoradores de hombres más extraño, y terrorífico, de la historia reciente... |
Los
leones terminaron asesinando –según las fuentes– entre 35 y 135 personas.
(Los
análisis a los que han sido sometidos los cadáveres –afortunadamente para
Patterson, y para la corona británica, los animales fueron finalmente abatidos–
revelan que, efectivamente, sus organismos habían asimilado gran cantidad de
carne humana…)
¿A qué
pudo deberse esta locura animal, esta demencia felina, de proporciones
terroríficas?
Para la
ciencia hay muchas explicaciones, todas sensatas y razonables. Pero para quienes
vivieron aquel infierno, aquellos animales –hoy disecados, y expuestos al
público en un museo de Chicago–, eran algo sobrenatural, quizá proveniente de
otro mundo…
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