martes, 18 de febrero de 2014

MONSTRUOS (REALES) DEVORADORES DE HOMBRES (2)

LOS DEMONIOS DE TSAVO

A finales del s. XIX, el continente africano era un inmenso pastel que las potencias europeas se repartían sin tapujos –ahora el proceso es más sutil, aunque en el fondo igual de brutal–, expoliando tierras, recursos humanos y todo lo que brillara o tuviera algún valor para ese capitalismo internacional que comenzaba a desarrollarse.
James Henry Patterson posa junto a uno de los temibles leones.

Es en este escenario, durante la construcción de una línea de ferrocarril en Tsavo, Kenia, cuando ocurren los hechos que nos disponemos a contar.
Dirigía los trabajos un tal John Henry Patterson, teniente coronel del ejército británico, que fue quien, posteriormente, se encargó de contarlo todo; a veces –según las malas lenguas– exagerando la magnitud de la tragedia, con cifras que variaban de una versión a otra.
¿De qué hablamos?
De leones devoradores de hombres.
Dos ejemplares en concreto, de una raza peculiar, sin las melenas que caracterizan a los machos de la especie.
Aparecían de noche en los campamentos, y entraban directamente a las tiendas de campaña para atacar a sus víctimas.
Cabe imaginar el horror; las sensaciones que debían de experimentar esos hombres indefensos al escuchar los gritos de quienes estaban siendo devorados…
Por lo que se cuenta, la actitud de los leones era verdaderamente extraña. Siguieron adentrándose en los campamentos a pesar de las medidas de seguridad que Patterson fue adoptando. No parecían frenarles ni las vallas de espino, ni los guardias armados, ni el empeño enfermizo –como no podía ser de otra manera– del propio Patterson acechándolos, con su rifle, subido a los árboles.
Los demonios de Tsavo, dos leones que han pasado a la historia
como protagonistas de uno de los casos de devoradores de hombres más extraño,
y terrorífico, de la historia reciente...

Los leones terminaron asesinando –según las fuentes– entre 35 y 135 personas.
(Los análisis a los que han sido sometidos los cadáveres –afortunadamente para Patterson, y para la corona británica, los animales fueron finalmente abatidos– revelan que, efectivamente, sus organismos habían asimilado gran cantidad de carne humana…)
¿A qué pudo deberse esta locura animal, esta demencia felina, de proporciones terroríficas?
Para la ciencia hay muchas explicaciones, todas sensatas y razonables. Pero para quienes vivieron aquel infierno, aquellos animales –hoy disecados, y expuestos al público en un museo de Chicago–, eran algo sobrenatural, quizá proveniente de otro mundo…

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