LA BESTIA DE GEVAUDAN
Dice el
investigador Robert Dumont que no debemos de hablar de bestia, sino de bestias,
en plural, por considerar que los sucesos célebres que se produjeron a mediados
del s. XVIII, en una zona rural del interior de Francia –donde más de cien
personas murieron a manos de una bestia desconocida, de naturaleza insólita– no
son aislados, sino que se han venido produciendo a lo largo de la Historia,
aproximadamente desde el s. XV hasta casi nuestros días.
En
cualquier caso, sí es cierto que el animalito que da nombre a la leyenda se
pasó de la raya. Ya lo hemos dicho, más de cien víctimas –130 en total– casi
exclusivamente mujeres y niños, que fueron sorprendidos en el silencio de la
noche, en mitad de parajes solitarios, mientras trabajaban en el campo.
Sus
fechorías son relatadas en el film El pacto de los lobos y allí, como en las
investigaciones oficiales que se han llevado a cabo con posterioridad, se
explica todo como una conspiración llevada a cabo por el hombre, aunque sin que
todos quedemos satisfechos del todo.
Y es que
hay muchos cabos sueltos, como suele decirse.
Los
testigos que salieron con vida de sus ataques relataron cómo la bestia era
capaz de erguirse sobre sus patas traseras; hablaron de un tamaño desproporcionado,
y no supieron decir si era hombre o animal, si lobo –el cabeza de turco, como
tantas otras veces–, u oso, o cualquier especie habitual de las que todavía hoy
campan por aquel rincón agreste de la Occitania.
Era, en
cualquier caso, un fenómeno que, como ya hemos dicho, se ha venido produciendo
habitualmente en este viejo continente nuestro.
Hombres
lobo, los llamaban en la antigüedad. Licántropos, Berserkers… La mitología está
llena de casos, y es aquí donde debemos alzar la voz para acallar las risas de
los escépticos.
Ellos,
claro, dirán que son bobadas. La noche confunde los sentidos; el ataque de un
animal, la violencia de las dentelladas, los rugidos y los zarandeos, pueden
hacer pensar a cualquiera que está siendo atacado por un monstruo. Dejando a un
lado los inconvenientes a todo esto –que Dumont explica muy bien en este artículo–,
tenemos que hablar de un caso reciente; que sepamos, aún no resuelto.
Afortunada (o desafortunadamente) aún existen secretos en Europa que dan sentido a las viejas leyendas... (Foto: © Copyright Alan Dawson) |
Viajemos
a Baztán, Navarra, al verano de 2008. Las autoridades informan del hallazgo del
cadáver de un oso, que ha sido encontrado por los miembros de una familia en
pleno bosque. Al día siguiente, tras la necropsia realizada por los técnicos
del gobierno foral, se informa de que el cadáver no corresponde a un oso, sino
a un perro de gran tamaño –más de cien kilos– de una raza que no se puede
determinar por el estado de los restos.
Las fotografías
tomadas al animal hablan por sí solas. El misterio se despliega ante
nosotros con una sonriente reverencia.
¿A qué
tanto misterio? ¿A qué tantos errores, tan poca claridad en las conclusiones?
¿De qué
enorme perro, oso mutante, o lo que sea, estamos hablando?
¿Y por
qué ya no se volvió a saber nada más?
En el
mundo del ADN, de la tecnología forense que todo lo puede…
¿Podría,
quizá, tener algo que ver aquel impresionante hallazgo con la bestia –o
bestias– de Gevaudan?
¿Con las
leyendas sobre el hombre lobo?
O “simplemente”
–pongámonos a imaginar– los bosques y montañas de la vieja Europa aún esconden
secretos que –¡ay!–, hacen el mundo más interesante si cabe...
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