Hablamos de uno de los mitos más antiguos y más generalizados de la
Humanidad. Parte, como muchos otros, del miedo, en este caso, el miedo a esa
bestia salvaje que amenaza al hombre desde mucho antes de la civilización,
aunque en su amenaza haya más de leyenda que de realidad…
Las semejanzas entre el hombre y el lobo son lo que hacen a este bello animal tan fascinante, y tan temido... |
Debemos trasladarnos al Norte, a las frías estepas y bosques cubiertos de
nieve, donde la noche cae demasiado pronto y es fácil perderse entre la
espesura de robles, castaños, y pinares de copas heladas.
El aullido del lobo se deja sentir, estremecedor, y hace temblar al más
valiente.
Luego resulta que al lobo no le gusta la carne humana, pero es igual.
Es un depredador que amenaza las mismas presas que alimentan al hombre, y
que, como aquél, trabaja en manada, acompañado de sus iguales; no con lanzas, o
espadas, pero sí con esa dentadura que muestra, amenazante, cuando se siente
acorralado…
Es un animal bello, que el hombre siente muy próximo. Por eso, desde el
principio de la cultura se le ensalzó, y su piel, y su cabeza, aparecen
adornando a los guerreros de las tribus más combativas.
El hombre lobo es algo inevitable.
La ciencia lo explica con la rabia, las alucinaciones, o ciertos trastornos
mentales que hacen al hombre lobo creer que ha sido dominado por un espíritu
salvaje influido por ese inquietante animal, y que despierta de vez en cuando,
sobre todo en luna llena.
Casi todos los pueblos guerreros del hemisferio norte coinciden en su admiración y fascinación por el lobo, del que los berserkers, guerreros vikingos, tomaban la inspiración antes de la batalla. |
Hay que vivir la noche en el bosque para saber que no hay droga más
excitante que ésa.
Los instintos se despiertan; el oído, como el del lobo, comienza a escuchar
a kilómetros de distancia.
Los olores, las visiones, surgen de repente y uno siente ganas también de
aullar.
Pero el hombre lobo, precisamente por cercano –y casi hasta familiar–, ha
gozado de todo el respeto del mundo, pero no de demasiadas simpatías a la hora
de la verdad.
Las comunidades rurales le temen todavía. Su nombre está ligado a las mutilaciones
de ganado, por ejemplo, o a la desaparición de niños.
Ataques, violaciones; todo tipo de crímenes que, quizá, cometían otros que
luego salían de rositas.
Era la injusticia del pasado; menos sutil que la actual, más brutal y
directa, también.
En la batalla, los hombres del Norte, los vikingos, se convertían en
berserkers, guerreros lobos invencibles, temidos por quienes tuvieron que
enfrentarse a ellos.
En la literatura, nunca olvidaré el relato del genial Saki, Gabriel-Ernest,
que pone los pelos de punta si se lee a la luz de una chimenea, en la soledad
de una aislada casita de campo…
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