Las ratas son fascinantes. En alguna ocasión hemos hablado ya por aquí de ellas. Son el monstruo perfecto: inteligentes, rápidas, fuertes, escurridizas, cautelosas. Habitan, como los seres feéricos, el mundo intermedio de los subterráneos, de la noche. Se cuentan montones de cosas sobre ellas; algunas fantásticas; otras, a pesar de ello, completamente reales…
¿Qué clase de extraños y monstruosos animales habitan los subterráneos del Palacio Real de Mafra? (Foto: Vassil) |
En su libro Ratas, el periodista Robert Sullivan entrevista a un experto en plagas que asegura que no podemos ni imaginar la clase de ratas que puede haber en lo más profundo de las ciudades; que las que vemos son las más débiles, las peor dotadas; aquellas que, por aquello de la lucha por la supervivencia, ya no encuentran hueco entre las demás (se supone que más fuertes, y presumiblemente más grandes) y se ven impelidas a buscarse la vida en el exterior.
En Mafra, al oeste de Lisboa, en Portugal, existe un lugar que ha estado vinculado en la imaginación popular de aquel país con estos animales. Se trata del Palacio Real construido en el siglo XVIII por el rey Juan V, Patrimonio Universal desde el año 2019, y uno de los grandes monumentos del barroco portugués.
Durante décadas se ha especulado con la existencia, en los subterráneos del edificio, de grandes ratas de hasta noventa centímetros de longitud que se alimentan de carne humana. Ratas ciegas, que de vez en cuando, por accidente, salen a la superficie y aterrorizan a los visitantes del Palacio Real, o se dejan ver por el exterior para la sorpresa y la perplejidad de quienes presencian su aparición.
¿Qué tienen de cierto las leyendas sobre ratas gigantes en los subterráneos del Palacio Real de Mafra, en Portugal? (Foto: prilfish) |
Se cuenta que los militares, con presencia en el edificio desde hace un tiempo, las han estado alimentando por temor a que el hambre les haga escapar y salir al exterior. Dicen que en los años setenta, un joven soldado que andaba de noche por el edificio con un compañero cazando palomas, cayó por accidente a un agujero que conectaba con el subterráneo y que días después, cuando fue localizado, había sido totalmente devorado, desprovisto su cuerpo de carne y con algunas ratas ‒pequeñas, en este caso, o de tamaño convencional, al menos‒ apurando lo que todavía quedaba de él…
Portada del libro Rats, de Robert Sullivan, publicado en castellano por la editorial Alba. |
Para muchos, se trata de simples leyendas urbanas que han ido surgiendo alrededor del edificio por ciertos intereses particulares o por la simple necesidad de amarillismo. Algunas, cuentan, fueron propagadas por funcionarios estatales como una forma de retrasar cierto traslado de un archivo nacional al edificio. La más asombrosa de todas es la que parte de un proyecto que se encarga en un determinado momento a la empresa alemana Bayer para erradicar la plaga de una vez por todas. Las autoridades, finalmente, rechazarían el presupuesto por elevado. Lo que se contó en su momento ‒con cierta polémica, de nuevo, por posibles exageraciones‒ fue que la compañía y aquel proyecto requerían la evacuación, durante los trabajos de desratización, de la población próxima al palacio en un radio de 15 kilómetros, y de un tiempo que rondaba, ni más ni menos, que las dos semanas de duración…
¿Qué les parece el asunto? ¿Qué no daríamos algunos (¡ja, ja!) por echar un vistazo a esos subterráneos, que a decir de ciertos rumores se extienden kilómetros y kilómetros por toda la comarca, hasta llegar al mar?
Uno de los últimos usuarios de esos túneles, se cuenta también, fue el rey Juan VI de Portugal, que al parecer huyó a través de ellos hacia Brasil, embarcando previamente en la cercana Ericeira. Pero eso, amigos y amigas, también es una leyenda...
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