A mediados de mayo del año 2001, la populosa ciudad de Nueva Delhi, capital de la India, se veía inmersa en una misteriosa historia que todavía hoy, veinte años después, sigue sin explicación.
Todo comenzaba con una oleada de denuncias a la policía por extrañas agresiones en varias viviendas que habían tenido lugar durante la noche. Las víctimas aseguraban haber sido atacadas en sus propias casas; describían al agresor como una criatura de aspecto simiesco, de no más de un metro de altura, que llevaba un casco metálico en la cabeza y una especie de guantes con garras, también metálicas, y los ojos llameantes de color rojo.
Retratos robot del conocido como "hombre-mono" de Nueva Delhi elaborado por los artistas de la policía de aquella ciudad. |
A lo largo de varios días fueron decenas los denunciantes. El pánico se expandió por la ciudad hasta convertirse aquel bizarro acontecimiento en una auténtica oleada de pánico que llevó a muchos vecinos a organizarse en cuadrillas para protegerse del misterioso ser.
Varias personas murieron al lanzarse al vacío desde sus apartamentos, o al caer por las escaleras cuando creían estar a punto de encontrarse con el monstruo, al que enseguida denominaron como «hombre-mono».
El enigma se hizo mayor al descubrirse, tras unos análisis científicos, que las mordeduras que presentaban algunas de las víctimas eran de animales.
La investigación llevó a las autoridades a ponerse en contacto con los zoológicos locales, pero al parecer no había sido registrada ninguna desaparición, ninguna fuga de ningún animal peligroso.
La teoría sobrenatural surgió enseguida, con hipótesis acerca de una criatura criptozoológica no conocida por la ciencia; otros relacionaron al «hombre-mono» con la deidad hinduista conocida como Hánuman, vinculada a Shiva, y cuya historia es narrada en el Ramayana.
También, cómo no, surgieron las hipótesis ufológicas, considerando a aquel extraño ser un habitante de otros mundos.
Durante días, como decimos, el pánico recorrió la populosa urbe sin que las autoridades lograran detenerla.
Fue apagándose poco a poco, eso sí, y veinte años después sigue constituyendo todo un enigma.
Un mes después de los hechos, la policía de Delhi presentaba a los medios un informe con el que quería dar por cerrado el caso, aunque de manera un tanto extraña.
Se presentaron informes elaborados por expertos que concluían, básicamente, que todo había sido un caso perfecto de histeria de masas.
Al parecer, podía haber comenzado con un caso aislado en una localidad fronteriza con la gran ciudad; de ahí habría ido extendiéndose el rumor y la leyenda, fabricada rápidamente y exagerada, con añadidos de todo tipo, había terminado con aquellas llamadas a la policía, la filtración a los medios de comunicación, y de ahí lo que suele conocerse como «efecto bola de nieve».
La última llamada al respecto había tenido lugar el 20 de mayo, 10 días después de la primera.
Los informes concluían que la mayoría de los implicados pertenecían a clases bajas; había gran número de personas con problemas mentales, alcoholismo, y se habían podido aclarar muchas de las agresiones. Destacaban una en la que el hermano de la víctima había sido el autor de los mordiscos sufridos por aquella durante la noche.
La policía reconoció también que había trabajado sobre la hipótesis de que todo se debiera a una acción organizada por la mafia pakistaní, muy activa en el distrito en el que había comenzado todo.
Pero claro, surge la pregunta de siempre. Y siempre desde una postura escéptica, esto es, no excesivamente crédula. ¿Puede la histeria crear de la nada el monstruo descrito por los testigos? ¿Puede provocar la visión de ese aspecto animalesco, de esos ojos rojos, de ese pelo abundante y oscuro y ese casco metálico, o esas garras, que condujo a los investigadores de la policía a crear, incluso, un retrato robot?
La respuesta, como todo lo que implica lo daimónico ‒pues no otra cosa parece estar detrás del asunto‒ sigue y seguirá sin respuesta.
Y como en muchos otros casos similares, ocurre algo aún más curioso: que las respuestas oficiales, las científicas y razonables, parecen mucho menos verosímiles y algo más forzadas que las que inventa la sinrazón, o supuesta sinrazón, humana...
No hay comentarios:
Publicar un comentario