lunes, 28 de diciembre de 2020

MORADORES DEL NO-MUNDO (Parte V): LA LEYENDA DE LEATHERMAN, EL HOMBRE DE CUERO


Hasta el año 2011, una tumba del cementerio de Ossiny, en el estado de Nueva York, llamaba la atención por la siguiente inscripción:

“Aquí yace el cuerpo de Jules Bourglay de Lyon, Francia, que caminó 365 millas a través de Westchester y Connecticut desde el río Connecticut hasta el río Hudson, viviendo en cavernas, durante los años 1858 y 1889”.

¿Quién fue el vagabundo conocido como Leatherman?


Se trataba de la tumba del personaje conocido como Leatherman ‒hombre de cuero‒, que efectivamente, durante los años posteriores a la Guerra de Secesión americana y la fecha de su muerte, en 1889, se dedicó a vagar por una ruta fija, entre los valles del río Connecticut y el río Hudson, año tras año, para el asombro de los habitantes de las poblaciones por las que pasaba.

El sobrenombre le venía de su atuendo, fabricado por él mismo con retales de cuero.

Lo de su identidad –que realmente fuera aquel Jules Bourglay que reza la inscripción de la tumba‒ es algo que no ha podido ser demostrado de ningún modo.

Se especulaba con su origen francés porque hubo quien le oyó alguna vez chapurrear en ese idioma. En su cuerpo, cuando fue hallado, había un libro de oraciones en francés, y eso hizo que se acelerasen aquellas conclusiones y se le atribuyera ese origen europeo, o el más cercano geográficamente de algún punto de zona la francófona de Canadá. Un supuesto familiar francés quiso atribuirse con él lazos de parentesco, y de ahí que hasta 2011 se le concediera aquel nombre y aquel origen de una manera generalizada.

Pero Leatherman y su verdadero origen, como decimos, sigue siendo un absoluto misterio.

También su propósito; el porqué de aquel constante vagabundear durante tantísimos años sin hablar con nadie. Cuentan que la gente de las poblaciones por las que pasaba le aguardaban cada temporada y que solía repetir su visita a aquellas casas en las que le habían dado de comer la vez anterior.

Parece ser que rehuía cualquier contacto, cualquier conversación y que dejaba de acudir a aquellos hogares en los que le hubieran intentado sonsacar algo a base de preguntas.

Su secreto, que mantuvo libre de la curiosidad ajena de manera férrea, implacable, fue algo que se llevaría a la tumba, y que llenaría su biografía de interrogantes y enigmáticos misterios.


Leatherman ha pasado a ser un símbolo, para el que lo sepa leer,
como El loco de la baraja del Tarot...


Tras su muerte, las cuevas en las que habitó se convirtieron en lugares de peregrinación. Se hablaba de un posible tesoro escondido en alguna de ellas; de un fantasma que rondaba en su interior; tal vez el propio Leatherman, su alma eterna y difusa, dispuesto a revelar por fin su secreto.

Su historia, como habrán visto, es digna de una novela. El grupo de rock Pearl Jam hizo una canción dedicada a él que incluyó en su disco “Yield” del año 2000.

Su simbología es amplia, lo mismo que los interrogantes que plantea su biografía, como buen habitante del No-mundo que creemos que es.

Es, para empezar, El loco de la baraja del Tarot. Una suerte de Santa Claus oscuro, enigmático; quién sabe si algún tipo de artista contracultural adelantado a su tiempo. O un simple chalado, como cree la mayoría...

De no ser así, de no ser un simple loco, ¿qué buscaba en aquellas largas peregrinaciones sin objetivo conocido? ¿Por qué siempre la misma ruta, año tras año? ¿Por qué siempre esa misma distancia de 365 millas, que además no es un número casual, sino de alto nivel esotérico, o natural, si se quiere, por estar vinculado a los días que tarda la Tierra en dar una vuelta completa al sol?

¿Es cierto que pudo haber tenido en algún lugar, en alguna de aquellas cavernas, un tesoro escondido?



Seguramente ‒algunos ya lo habrán adivinado‒ el verdadero tesoro fuera él; la propia historia que escribió no sabemos si voluntaria o involuntariamente.

Es un mito, para bien o para mal, de los tiempos modernos. 

Un morador del No-mundo ‒de este mundo que cada vez es más No-mundo, por cierto‒, y que desde la oscuridad de la caverna, o desde el sendero antiguo que ya nadie atraviesa más que en coche, o en moto, escribe, inspirado por los dioses, la que todavía no es, pero será, mitología de nuestros tiempos...

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