La
historia universal está llena a rebosar de criminales sanguinarios, de
dictaduras terribles que no debemos olvidar para valorar en su justa medida lo
que supone vivir en un régimen democrático de libertades.
La
de Papa Doc, en el Haití de los años cincuenta y sesenta, es posiblemente una
de las más tristemente célebres ‒con cerca de 30.000 ejecuciones‒; también de
las más misteriosas y terroríficas…
¿Qué hay de realidad y de mito en la conexión entre el vudú y la sanguinaria dictadura de François Duvalier, más conocido como "Papa Doc"? |
Dicen
que François Duvalier ‒el que luego sería conocido popularmente como Papa Doc‒
había comenzado a estudiar la religión de su país desde un punto de vista escéptico.
Médico de profesión, había conseguido grandes logros en la erradicación de varias
enfermedades que asolaban a su país en los años cuarenta, ganándose una enorme
reputación que le había hecho formar parte de uno de esos gobiernos efímeros
que se sucedían en la isla caribeña desde su independencia en el s. XIX.
Quienes le conocieron en aquella época aseguraban que tenía muy buenas
intenciones; que deseaba realmente la prosperidad, y el avance de su pueblo, y
que tomaba todas aquellas creencias populares por las que se interesaba como
simples supercherías, sin base real alguna, a las que no había que dar ninguna
credibilidad…
Nada
que ver, desde luego, con el siniestro personaje en el que se convertiría desde
el principio de su mandato. Tras las elecciones de 1957 ‒que gana tras una
campaña fundamentada en su prestigio como médico, y abogando por una estrategia
populista que busca el apoyo de la mayoría negra‒ inicia un reinado del terror
basado en la máxima de Montesquieu acerca de que es mucho más útil para el
poder ser temido que ser amado.
Aborta
varios intentos de golpe de estado, fulmina a la oposición y crea su propia
guardia pretoriana ‒los Tontons-Macoutes‒, que serán los encargados de
protegerle y mantenerle en el poder hasta más allá de aquel mandato electoral.
El
vudú ‒por el que había terminado quedando fascinado‒ será otra de sus armas
políticas. Es, hasta ese momento, la religión más extendida del país a nivel
popular, y a partir de ese momento será la oficial...
El propio Duvalier se hace llamar a sí mismo sacerdote vudú; adopta la estética de una de sus deidades más terroríficas ‒la de Barón Samedi, dios de la muerte y los cementerios‒, e incluso modifica su manera de hablar y de dirigirse a su pueblo para adaptarla a la de este siniestro personaje.
El propio Duvalier se hace llamar a sí mismo sacerdote vudú; adopta la estética de una de sus deidades más terroríficas ‒la de Barón Samedi, dios de la muerte y los cementerios‒, e incluso modifica su manera de hablar y de dirigirse a su pueblo para adaptarla a la de este siniestro personaje.
Todo,
por si esto fuera poco, va a peor con el ataque al corazón que sufre en 1959 y
que le lleva, según muchos, a sufrir también daños cerebrales que empeoran su
carácter, también sus excentricidades.
Se
le achaca a partir de entonces una enorme actividad dentro del vudú; la leyenda
le sitúa sacrificando al hijo de su primer opositor, el militar Pierre François
Benoit; manteniendo en un armario de su habitación la cabeza mutilada de uno de
sus enemigos políticos al que había asesinado, o realizando rituales, casi de
manera constante, en los sótanos de su palacio en Puerto Príncipe para perpetuarse en el poder.
Una
de las leyendas más conocidas de este tipo ‒y defendidas por él mismo‒ era la
de haber conseguido, mediante esos mismos rituales, la muerte de Kennedy, uno
de sus mayores enemigos en el ámbito de la política internacional. El caso es
que el asesinato del presidente norteamericano se había producido un día 22 (22
de noviembre de 1963), precisamente el número de la suerte del dictador
haitiano…
Sin
duda, como decíamos al principio, se trata de uno de los personajes más
inquietantes del s. XX; a la altura sólo de los más sanguinarios y excéntricos
dictadores de los regímenes totalitarios de la Alemania nazi o la Rusia soviética.
¿Hasta
qué punto pudieron influir realmente los poderes malignos del vudú en su poder
a lo largo de tantos años ‒un total de catorce‒ sobre la población haitiana?
¿Qué papel tuvo de verdad su práctica de la magia sobre sus logros políticos? ¿Debemos
achacarlo todo únicamente al poder de la sugestión, o hay motivos para creer
que en esta historia, y en el vudú en general, hay algo más?
Dicen
quienes han estado en Haití que allí se respira una atmósfera diferente, única
y siniestra; desde luego, la fascinación que provoca esa religión que supone la
mezcla de cultos africanos, europeos y caribeños, es algo a lo que difícilmente
podemos sustraernos…
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