EXTRAÑA DESAPARICIÓN EN LA ISLA DESIERTA
El otro
día, al hilo de unas impresionante
imágenes que veía en Facebook, y que mostraban un furioso mar del Norte
asediando con sus enormes olas un solitario
faro encaramado en una pequeña roca, recordaba una fabulosa historia que me contaron
hace mucho, en torno a un misterioso faro, y a la aún más misteriosa desaparición de sus habitantes, también en una desolada
isla de Escocia.
Ocurría en el mes de diciembre del año 1900,
en el archipiélago de las Hébridas
(Escocia), al norte del Reino Unido, en una isla llamada Eilean Mor. La
tripulación del barco que llevaba a cabo el habitual relevo de los vigilantes del
faro ‒un total de 3‒, se dio cuenta enseguida de que algo raro pasaba cuando nadie salía al encuentro con la
embarcación. Uno de los tripulantes ‒precisamente uno de los guardianes que
debía llevar a cabo dicho relevo‒ saltó a tierra y fue hacia el faro para ver
qué pasaba, relatando posteriormente que no
había hallado ni rastro de sus compañeros, y sí de un ambiente en el
refugio extraño ‒llegaría a hablar de sensaciones raras, ciertos «extraños presentimientos»‒, con las cosas dispuestas como
si los ocupantes del lugar lo hubieran tenido que abandonar todo
precipitadamente.
En
una posterior investigación, durante las pesquisas llevadas a cabo por la
compañía responsable del faro, se descubriría no sólo...
...la realidad de aquella descripción ‒comida a medio comer; todo lo demás, dispuesto en la vivienda con total normalidad‒, sino también la inquietante descripción en el registro del faro ‒algo así como el cuaderno de bitácora del lugar‒ de ciertos extraños comportamientos de los fareros que habían sido cuidadosamente anotados, durante varios días, por uno de ellos.
...la realidad de aquella descripción ‒comida a medio comer; todo lo demás, dispuesto en la vivienda con total normalidad‒, sino también la inquietante descripción en el registro del faro ‒algo así como el cuaderno de bitácora del lugar‒ de ciertos extraños comportamientos de los fareros que habían sido cuidadosamente anotados, durante varios días, por uno de ellos.
Se
hablaba de una lejana tormenta que
amenazaba con asolar la isla; de gritos, de llantos por parte de uno de
ellos ‒un marinero experimentado, que había destacado incluso, a decir de sus
compañeros, por su carácter pendenciero‒, y de un mal inmenso ‒no se dejaba
claro si había sido la tormenta, o no‒ que había hecho terminar aquella crónica
con un enigmático «Dios está sobre
nosotros».
Esto,
unido al hallazgo de los abrigos colgados junto a la entrada ‒algo extraño si
los desaparecidos habían decidido salir al exterior en pleno invierno‒, o el
más que inquietante hecho de que el
reloj que colgaba en la cocina se había parado, llenó más aún de misterio
aquella inexplicable desaparición.
¿Qué
había ocurrido en aquella remota isla solitaria, para que tres hombres
experimentados, acostumbrados al mar, parecieran asustarse de ese modo por una
tormenta? ¿Qué les había hecho salir del refugio sin sus abrigos? ¿Por qué aquel inmenso temor, aquella
extraña frase premonitoria? ¿Por qué no habían consignado también el verdadero
motivo de sus miedos, lo que quizá, en aquel momento fatídico, había terminado
con sus vidas?
Por
supuesto ‒huelga decirlo‒ no había allí sangre, ni rastro de ninguna pelea. Se especuló mucho en torno a una
posible avería detectada en una grúa junto al embarcadero, y al hecho de que un golpe de mar pudiera habérselos llevado
al agua mientras trataban de arreglarla con urgencia.
Pero
lo cierto es que en los días previos a
la desaparición ‒las que corresponden, además, a lo consignado en la
bitácora‒ no se registró alrededor de la
isla ningún fenómeno anómalo de tipo meteorológico, con partes que reflejan
una absoluta normalidad en lo que respecta al mar y al aire.
Con
el tiempo, el misterio de aquella extraña desaparición sigue sin haber
podido ser resuelto, y muchos ‒claro‒, han querido destacar los elementos
sobrenaturales que se aprecian en la historia.
Y es
que no sólo aquel farero que subió primero a registrar la isla ha sentido, al
llegar allí, extrañas sensaciones de desasosiego. El lugar es un lugar mágico, sagrado, que desde la antigüedad ha
despertado todo tipo de reacciones de atracción y rechazo ‒en el siglo V, un
monje que luego fue convertido en santo, construyó allí una ermita‒, y son muchos los que, llegadas las horas de
oscuridad, evitan pasar por allí.
Refugio
de hadas, duendes, o cualquier otra clase de seres mágicos, parece que ‒como
sucede en otros lugares parecidos, malditos
o bendecidos por la voluntad de lo desconocido‒la historia de este lugar,
su crónica, se empeña en este caso en coincidir
con las leyendas…
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