Cuentan las crónicas que acababa de producirse la toma de Toledo, y que el
rey Alfonso VI había decidido acceder al centro de la ciudad por el camino
menos lógico, dando un pequeño rodeo tras cruzar la puerta de Bisagra. Aseguran que, al poco de cruzar otra de esas puertas, la de Valmardón, su caballo se
detuvo en seco e, hincándose de rodillas, se negó en rotundo a avanzar más.
La mezquita del Cristo de la Luz, en Toledo, el lugar en que se encontró ese misterioso objeto. |
El animal se había detenido frente a la fachada de una pequeña mezquita, y
algunos miembros del séquito quisieron ver en aquello alguna especie de mensaje
divino. Tras excavar en el templo, dicen que los hombres del rey hallaron una
sala que había permanecido tapiada durante siglos, y que contenía un crucifijo…
¡y una lámpara que había permanecido encendida todo ese larguísimo periodo de
tiempo, desde tiempos del rey don Rodrigo y la toma de la Península por las
tropas musulmanas!
De primeras, el relato hace dibujar al lector una sonrisa condescendiente,
y pensar que no es más que lo que aparenta: una fábula milagrera, de
imaginación y superchería nada más.
Una más de tantas como se forjaron en la Reconquista, para dar más
legitimidad a los cristianos frente al enemigo musulmán.
Y sin embargo, hay por ahí otras leyendas, mucho más recientes, que merecen
ser traídas a colación, mencionadas sólo por el gusto de especular, y hacer que
esa sonrisa condescendiente pase a un arrugar el ceño reflexivo, curioso e intrigado.
Como por ejemplo, la de la pila de Bagdad, que ya comentamos por aquí, y
que según algunos demuestra la existencia en el pasado de electricidad, o
formas, al menos, de acumularla. O la de esa enorme bombilla que aparece
reflejada en un bajorrelieve egipcio (ver ilustración) y que explicaría la
manera de trabajar de los egipcios en el interior de las pirámides, sin que
hayan quedado señales de fuego ni nada parecido en las paredes de esos túneles
inescrutables, silenciosos y oscuros.
¿Quién nos dice que no son evidencias, o pistas, de una tecnología
increíble del pasado? ¿Quién que no entonces, como ahora, se mantuvieran en
secreto determinadas maravillas comprometedoras, ocultas al común de los
mortales?
¿Es este bajorrelieve la prueba de que los antiguos egipcios conocían la electricidad? |
Si rizamos aún más el rizo, no debemos olvidar que Toledo fue, en el
pasado, la ciudad de la magia. El Área 51, para entendernos mejor, del medievo
y aún más atrás. Un lugar de concentración de sabios, magos, astrónomos, alquimistas,
y quién sabe de qué otros expertos. ¿Quién puede asegurar saber todo lo que
pasó tras los muros de sus casas, en esos sótanos, en esas cuevas?
La sonrisa, probablemente, haya vuelto de nuevo al rostro del lector. No le
culparemos por ello, es normal. Sólo le advertiremos de que la historia del
saber está llena de anécdotas en torno a leyendas que, tras un largo periplo de
burlas y descreimientos, resultaron ser ciertas…
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