martes, 24 de junio de 2014

LA LEYENDA DEL CRISTO DE LA LUZ Y LAS BOMBILLAS IMPOSIBLES




Cuentan las crónicas que acababa de producirse la toma de Toledo, y que el rey Alfonso VI había decidido acceder al centro de la ciudad por el camino menos lógico, dando un pequeño rodeo tras cruzar la puerta de Bisagra. Aseguran que, al poco de cruzar otra de esas puertas, la de Valmardón, su caballo se detuvo en seco e, hincándose de rodillas, se negó en rotundo a avanzar más.

La mezquita del Cristo de la Luz, en Toledo, el lugar en que se encontró ese
misterioso objeto.

El animal se había detenido frente a la fachada de una pequeña mezquita, y algunos miembros del séquito quisieron ver en aquello alguna especie de mensaje divino. Tras excavar en el templo, dicen que los hombres del rey hallaron una sala que había permanecido tapiada durante siglos, y que contenía un crucifijo… ¡y una lámpara que había permanecido encendida todo ese larguísimo periodo de tiempo, desde tiempos del rey don Rodrigo y la toma de la Península por las tropas musulmanas!
De primeras, el relato hace dibujar al lector una sonrisa condescendiente, y pensar que no es más que lo que aparenta: una fábula milagrera, de imaginación y superchería nada más.
Una más de tantas como se forjaron en la Reconquista, para dar más legitimidad a los cristianos frente al enemigo musulmán.
Y sin embargo, hay por ahí otras leyendas, mucho más recientes, que merecen ser traídas a colación, mencionadas sólo por el gusto de especular, y hacer que esa sonrisa condescendiente pase a un arrugar el ceño reflexivo, curioso e intrigado.
Como por ejemplo, la de la pila de Bagdad, que ya comentamos por aquí, y que según algunos demuestra la existencia en el pasado de electricidad, o formas, al menos, de acumularla. O la de esa enorme bombilla que aparece reflejada en un bajorrelieve egipcio (ver ilustración) y que explicaría la manera de trabajar de los egipcios en el interior de las pirámides, sin que hayan quedado señales de fuego ni nada parecido en las paredes de esos túneles inescrutables, silenciosos y oscuros.
¿Quién nos dice que no son evidencias, o pistas, de una tecnología increíble del pasado? ¿Quién que no entonces, como ahora, se mantuvieran en secreto determinadas maravillas comprometedoras, ocultas al común de los mortales?

¿Es este bajorrelieve la prueba de que los antiguos egipcios conocían
la electricidad?

Si rizamos aún más el rizo, no debemos olvidar que Toledo fue, en el pasado, la ciudad de la magia. El Área 51, para entendernos mejor, del medievo y aún más atrás. Un lugar de concentración de sabios, magos, astrónomos, alquimistas, y quién sabe de qué otros expertos. ¿Quién puede asegurar saber todo lo que pasó tras los muros de sus casas, en esos sótanos, en esas cuevas?

La sonrisa, probablemente, haya vuelto de nuevo al rostro del lector. No le culparemos por ello, es normal. Sólo le advertiremos de que la historia del saber está llena de anécdotas en torno a leyendas que, tras un largo periplo de burlas y descreimientos, resultaron ser ciertas…

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