No hace mucho releía yo al maestro Juan G. Atienza en un
artículo en el que hablaba sobre humanismo. Hacía referencia a esa manía de la
sociedad tecnificada a formar expertos en determinadas áreas, que en algunos
casos –no todos, afortunadamente– carecían de visión global de las cosas.
El libro de Mario Mas Fenollar aporta un nuevo enfoque, muy interesante, a las relaciones entre el Oriente y el Occidente europeo de antes del Imperio Romano. |
En el caso de la Historia, o la Arqueología, las cosas
parecen estar cambiando mucho en este sentido. Ayudan algo los medios de
comunicación, pero sobre todo las personalidades valientes, que hacen caso
omiso a las llamadas al respeto y la sacralidad de lo ortodoxo.
Ayer mismo, hablando con unos amigos sobre el pasado de la
Península Ibérica, surgía la pregunta inevitable:
¿Qué hubo en estas tierras entre Europa y África antes de
los romanos?
¿Una época oscura, de tribus dispersas, sino organización ni
civilización?
El periodo, tan extenso, da para muchas novelas.
Novelas, sí, porque la ciencia anda todavía un poco a
ciegas, sin materiales a los que agarrarse con seguridad.
Evidencias, nada más, pero demasiado escandalosas.
Uno de estos amigos me habló de Mario Mas Fenollar, y su
reciente libro Sumerios en Andalucía (Ed. Cultivalibros, 2013).
Bajo el extraño título –escandaloso, cuanto menos– se
esconde una propuesta interesantísima, de esas que uno descubre y se ve obligado
a exclamar: “¡Ya lo decía yo!”.
Mario, un ingeniero aficionado a la Historia, con el
suficiente sentido común como para afirmar que no es investigador, ni experto,
ni se las quiere dar de ser más listo que nadie, recopila en su interesante
texto todas esas pruebas que andan ahí –que están registradas, admitidas, y
canonizadas por los que saben– y las interpreta no como pudiera hacerlo un
Daniken, o un Sitchin –que también ha leído, aunque situándolos a mucha
distancia–, sino con el sentido común que da la reflexión y el análisis sensato
del pasado.
¿A qué responden, si no, las correlaciones que pueden
establecerse entre pinturas rupestres de la Península y otras que se ven en
Egipto?
¿Son los fenicios los responsables de todo lo que del
Oriente antiguo se ha encontrado en nuestro territorio?
Mario Mas Fenollar consulta textos. Compara datos. Revisa
leyendas, como la de Gilgamesh, atento a todos los detalles, no conformándose
con tachar de simples metáforas, o juegos de palabras, determinados pasajes que
revelan, por ejemplo, encuentros entre los Sumerios y unos misteriosos “Gigantes
de Piedra”.
Como él mismo afirma, lo de Sumerios es una forma de llamar
la atención del lector hacia su texto. La propuesta, su hipótesis, abarca no
sólo Andalucía y Mesopotamia, sino también todo el Mediterráneo.
Con mucho más de lo que sabemos hasta ahora.
Espero que el libro cumpla las rxpectativas que me ha creado el articulo...
ResponderEliminarYo también lo espero, querido anónimo. Aprovecho para recomendarle Julia B. Y la leyenda de la isla perdida en mitad de la noche, que esa si, estoy seguro, no le defraudara. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarlo he leído, es muy muy recomendable...
ResponderEliminarasí que, de algún modo, Zacarías Sitchin pudo estar en lo cierto... me refiero a la interconexión cultural tan antigua entre diferentes culturas.
ResponderEliminarEn mi humilde opinión sí, Anónimo. Ese aspecto del pasado es evidente, y no tan excéntrico como podría parecer. Una raíz común es la explicación, creo, más razonable, para determinados aspectos de las diferentes culturas. Otra cosa es el origen, extraterrestre o no, de las mismas. Sitchin sabía lo mismo del pasado remoto que los que escribieron el Antiguo Testamento o las tablillas sumerias; a saber: absolutamente nada, o muy poco. Pero como a Daniken, hay que reconocerle el buen gusto poético. En mi opinión, ellos dos y otros muchos son los grandes poetas contemporáneos. Toman la ciencia, o lo que les interesa de la ciencia, y la convierten en algo bello, con más sentido de lo que cuentan (o no cuentan) los científicos actuales (o la mayoría). Cosas que nadie más que ellos (y a veces ni ellos) entienden.
ResponderEliminarUn saludo y gracias por su comentario.
Marcus Polvoranca