Cuenta la leyenda que a Stoker
se le ocurrió la idea de la novela tras un empacho de langosta. Una cena
copiosa, una pesadilla originada por la mala digestión; ése parece ser el
origen de uno de los mitos incuestionables de la cultura del s. XX.
Sin embargo, hay mucho más.
Muchos misterios, muchos enigmas en torno a su proceso de creación, que
arrancan con el propio Stoker, padre de la criatura.
Bram Stoker (1847-1912) |
Bram Stoker, irlandés de
nacimiento, fue un apasionado del teatro. Sus primeras críticas (escritas
cuando trabajaba como funcionario del gobierno) le valieron para convertirse en
manager (una especie de secretario) del famosísimo (por aquel entonces), actor
John Irving. La de ambos fue una larga trayectoria, si bien muchos han querido
ver en la figura del actor (un excéntrico, como lo puedan ser hoy las estrellas
de Hollywood) el origen del personaje de Drácula. Otros sitúan el origen, la
inspiración, en Aleister Crowley (ay Crowley, el trabajo que has dado…), pero
eso es harina de otro costal.
El caso es que Stoker fue
siempre una figura segundona en el mundo del arte de su época. No destacó, pese
a sus intentos (múltiples relatos, todos relacionados con el tema gótico, de
terror, fantasía y demás), hasta la publicación de Drácula. Como su creación,
fue capaz de superar a todos sus contemporáneos en fama y leyenda,
sobreviviéndoles a todos, pese a sus cuestionables capacidades.
Hay quien piensa que Drácula
fue corregido severamente (si no, literalmente modificado hasta convertirlo en
otra cosa), por un tercero. Malas lenguas, ya se sabe.
Su vinculación a sociedades
secretas siempre ha estado ahí, y no es ningún secreto que perteneciera a la
Golden Dawn, una sociedad hermética de carácter esotérico a la que también
pertenecieron Yeats, Machen o Meyrink.
Ármin Vámbéry (1832-1913) |
La novela está llena de
simbolismo. Tiene múltiples lecturas, a todos los niveles, que es lo que la ha
hecho grande. A destacar, la confrontación (hablamos de finales del s. XIX)
entre nuevas tecnologías y tradición, magia y ciencia, razón e imaginación.
Habría que hacer un aparte
respecto a Vámbéry, un orientalista húngaro al que Stoker habría acudido en
multitud de ocasiones, durante la redacción de la obra, para asesorarse sobre
temas orientales, magia, etc, que después incluiría en su relato. Es toda una
tentación ver en él alguna especie de conexión secreta, de enigma, como si en su figura pudiera atisbarse el origen de todo desde la sombra. Según se cuenta, podría
haber sido el primero en hablar a Stoker de Vlad El Empalador (y eso ya sería mucho).
Y es que Drácula es un producto
genuino de su época, un siglo fascinante; un heredero, por ejemplo (aunque de
forma genuina) de Verne, y que recoge la cultura gótica y romántica que tanto
nos apasiona, nos aterra, nos fascina… Hasta dejarnos exhaustos, sin apenas
sangre.
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