Hay que reconocer que, desde el punto de vista argumental, la historia no tiene desperdicio. Otra cosa es ya la realidad, los inconvenientes que sobre ella han puesto muchos investigadores y la opinión en contra del FBI ‒que considera que las pruebas que se alegan son muy escasas, y como cogidas con pinzas‒, aunque ello, todo esto, no quita para que merezca mucho la pena hablar un poco del asunto.
¿Quién está detrás de los enigmáticos crímenes de las caras sonrientes? ¿Algún asesino en serie,
o la simple casualidad?
Es
muy posible que no hayan oído hablar de este caso. En Estados Unidos se hizo
muy popular a comienzos de este año, en 2019, por la emisión de una serie
documental dedicado a él. Sus protagonistas son dos agentes de policía de Nueva
York y un profesor de criminalística que, tras analizar decenas de muertes por
ahogamiento en lagos del medio oeste americano, llegaban a la conclusión de que
muchos de ellos podían haber sido perpetrados por uno o varios asesinos en
serie, basándose en la similitud de circunstancias que se daban en todos ellos,
y un detalle particular, muy llamativo, que era la aparición, muy cerca del
lugar del crimen, de pintadas en las que aparecía siempre una cara sonriente…
Todas
las víctimas son varones. Todos, o casi todos, jóvenes atractivos, atléticos,
estudiantes de instituto, que desaparecían siempre tras una noche de juerga en
bares o fiestas con amigos, y que tras varios días de desaparición eran
encontrados flotando sin vida sobre el agua de algún lago o algún río cercano.
Lo
que habitualmente era resuelto por la policía como un simple accidente ‒los
cuerpos de los jóvenes presentaban siempre síntomas de embriaguez‒, pasaba,
según estos investigadores, a algo mucho más serio cuando se ponían en relación
con otros crímenes similares y, sobre todo, con esas pintadas características.
A comienzos de este año, en 2019, un canal de televisión de Estados Unidos abordaba el caso, y popularizaba la teoría de Gannon y Duarte. |
Los
crímenes, según Kevin Gannon y Anthony Duarte ‒los referidos investigadores‒
habrían estado desarrollándose entre finales de los años noventa del siglo
pasado y fechas tan recientes como 2010. Las pruebas, según concluyen en su
análisis, apuntan a uno o varios asesinos en serie ‒que estarían trabajando
juntos‒ y que podrían ser perfectamente hombres y mujeres. Creen firmemente que
las víctimas (cuyo número llegaría a 45, o incluso más) fueron siempre secuestradas, o atraídas con engaños; que en todos
los casos fueron drogadas a posteriori, y que finalmente habrían sido
arrastradas a los lagos o los ríos donde fueron encontradas para finalmente
ahogarlas.
Las
caras sonrientes serían simplemente la firma de este asesino o asesinos…
Como
decíamos, se trata de una teoría que ha encontrado fuerte oposición entre otros
expertos en criminalística. Creen que la vinculación entre los diferentes casos
que presentan Gannon y Duarte es muy débil, y sobre todo, consideran que las
pintadas con caras sonrientes son un elemento demasiado común, que es posible
encontrar en miles de localizaciones de todo el mundo, y que habría un gran
porcentaje de probabilidades de encontrar una en el entorno de cualquier crimen…
Las
víctimas, aseguran, sufrieron simplemente accidentes, causados por su
embriaguez. Los elementos tóxicos encontrados en sus cuerpos eran productos de
aquella juerga previa a su muerte. El que fueran jóvenes, estudiantes, una
circunstancia sólo estadística ‒los jóvenes, piensan, beben en exceso muchas
veces, son tendentes a la falta de precaución, a la temeridad‒, y además se da
la circunstancia de que hay quien considera a Gannon, uno de los policías
impulsores de esta hipótesis, sospechoso de querer ganar notoriedad con sus
investigaciones…
¿Ustedes
qué opinan?
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