Lo
sé; sé que no somos muy originales si decimos que Granada es uno de los lugares
más bellos del mundo. La mayoría de vosotros la habréis visitado ya; en el peor
de los casos, la habréis visto en fotos, en algún documental, y estaréis al
tanto de sus maravillas. Es un lugar bello, sí, pero de una belleza que no se
queda en lo visual sino que se expande en sus múltiples lecturas. La más
interesante, a nuestro entender, es la mistérica. La de sus secretos de índole
mágica e invisible…
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La Alhambra de Granada, monumento a la belleza y al hermetismo... |
Para
conocerla en este sentido se hace obligado recomendar un libro básico, Tratado de la Alhambra hermética, del
poeta y novelista Antonio Enrique. La ciudad tiene muchos más puntos
interesantes ‒es infinita, como todos los lugares de poder‒ pero es en la
Alhambra donde nos queremos detener hoy.
Como
anécdota, diré que me topé con este libro de pura casualidad, en uno de mis
muchos viajes a esta ciudad maravillosa, sumamente especial, y en unas
circunstancias un poco extrañas, una
pequeña muestra de lo que puede llegar a generar este lugar bajo su influjo y a
poco que nos dejemos llevar sin oponer resistencia.
Para
iniciarse en los saberes ocultos de la Alhambra hay que saber que su ubicación
viene de lejos ‒de los fenicios, como poco‒, y que la Sabika ‒el monte sobre el
que se ubica‒, es rico en oro y hierro, algo que habrá hecho sonreír enseguida
a los que estéis al tanto de los procesos de la alquimia.
Eso
por no hablar de su forma piramidal ‒que habrá hecho sonreír, esta vez, a los discípulos
del padre Ventura‒, de la luz especial y de las vibraciones que se detectan
bajo ella por su posición geográfica –a los pies de la Sierra Nevada‒ y de esa
zona sensible a movimientos tectónicos y por consiguiente a terremotos, y su
cercanía al monte sacro ‒Sacromonte‒ que por sí solo serviría ya para convertir
a este lugar en uno de los más venerados de la Tierra, plagado en sus
inmediaciones de misteriosas inscripciones iniciáticas y escenario, por lo
demás, de uno de los acontecimientos más misteriosos y enigmáticos de nuestra
historia, el de los libros de Plomo, que tal vez nos animemos a contar más
adelante por aquí.
Volviendo
a la Alhambra en sí, hay que leer al maestro Enrique para conocer el
significado oculto en las medidas y las formas representadas en las estancias
ocultas tras los muros rojizos de la fortaleza; es necesario saber que la
geometría impuesta en los patios de Comares o de los Leones no es casual, sino
que encierra mensajes que van más allá de las suras del Corán que tapizan las
paredes de todo el conjunto, y que conectan con esa sabiduría ancestral que los
poetas ‒como el propio Antonio Enrique‒ llevan codificando en sus obras desde
la más remota antigüedad, portadoras de un saber que, como afirman los sufíes,
sólo puede ser sugerido, pues es imposible de comprender a través de ningún
razonamiento lógico.
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"Tratado de la Alhambra hermética", de Antonio Enrique, un libro imprescindible para desentrañar las claves del monumento nazarí |
Si
andamos perezosos –si no tenemos ganas de adentrarnos en esos niveles tan
avanzados de lectura‒ podemos conformarnos con pasear por sus alrededores,
dejarnos seducir por el murmullo del agua procedente de las profundidades del
Darro ‒el río que da oro, y del que se extrae ese precioso elemento, también
iniciático‒, pero sin confiarnos demasiado, porque ahí, en esa calma de sus
bosques, de sus jardines con olor a rosa de Ispahan, también se esconden secretos.
Los
gatos que rondan por todas partes podrán indicarles algunos ‒si saben seguir su
rastro lejos de las hordas de turistas‒; verán formas extrañas reproducirse
entre la maleza, figuras fantasmales que tal vez puedan darles algún susto
‒especialmente por la zona de la cuesta de los Chinos‒, y no hagan caso, desde
luego, a las guías que les explican que el palacio de Carlos V es sólo un
palacio, o que se callan las relaciones entre la fortaleza roja ‒la Alhambra‒ y
los cátaros de Montsegur, aunque ya habrá tiempo de explicar en otro momento
ese tipo de cosas ‒a lo largo de esa Reconquista mágica que nos traemos entre manos, seguro‒, que de momento, y por
prudencia, preferimos callarnos…
La
magia es algo que no se ve, pero que se siente. Algo demasiado sutil, y
precioso, como para estropearlo con palabras torpes y apresuradas que puedan
volverse en nuestra contra...
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