Hace unos
días escuchaba yo, de un amigo, una historia fabulosa. Contaba cómo, estando en
la intimidad de su casa, de noche, había sentido la presencia inequívoca,
detrás suyo, de un familiar que hacía un tiempo ya no se contaba entre los
vivos. Narró la experiencia de tal forma, que yo, tan precavido en estos
asuntos, lejos de creer, o no creer, lo que contaba, me sentí profundamente
emocionado.
"...no hay ningún manual, ninguna teoría que pueda explicar cómo es posible que se produzca esa magia..." |
Para ser
sinceros, adopto siempre una postura escéptica ante este tipo de asuntos. Ante
este tipo y ante otros, y eso a pesar de ser un reconocido –este blog es
testigo– aficionado a los misterios.
Y
siempre me pregunto qué sentido puede tener todo esto, esta especie de manía
por lo insólito, que a mí –como imagino que a todos vosotros– me lleva casi a
ver el mundo de otra manera, estoy seguro que muy distinta a la de los demás.
Mi
amigo, decía, había logrado emocionarme. Comprendí que el racionalismo poco o
nada tenía que ver con la experiencia que había vivido. Él había sentido algo
que no podía medirse, no podía explicarse desde la ciencia. Cobraba sentido en
él la expresión “otro mundo” o “más allá”, cuyo significado está en estos tiempos muy
infravalorado.
Había en
su rostro la magia que suele embargarnos tras leer una novela que nos ha tocado
a fondo, de una película que ha sabido llevarnos fuera de la realidad hacia
otros mundos.
Como en
esos casos, no hay ningún manual, ninguna teoría que pueda explicar cómo es
posible que se produzca esa magia.
Y esa
clase de irracionalidad, creo, es necesaria.
Ese
abismo de desconocimiento no será nunca conquistado. Está muy bien, claro,
abordar los problemas desde la razón –siempre tendrán mi apoyo quienes lo
hagan–, pero sin la soberbia y la cerrazón de algunos, que acaban
convirtiéndose en los inquisidores que tanto critican.
"Cobraba sentido en él la expresión «otro mundo», o «más allá», cuyo significado está ahora muy infravalorado... " Foto: ©Flickr |
Es importante
conocer el lado oscuro, que habita alrededor nuestro y dentro, incluso, de los
límites impuestos por la piel.
Mi amigo
sintió algo que lleva acompañándonos desde siempre. Y aunque fuera un fallo de
su mente, un efecto mal interpretado de los sentidos, me niego a creer que los
sentimientos que yo sentí cuando él me lo recreó en palabras fuera algo
distinto a la magia.
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