martes, 26 de marzo de 2013

LA MÁQUINA DE ANTICITERA




Hablar del pasado remoto de la humanidad equivale, la mayoría de las veces, a desconocimiento. Sólo suelen perdurar las grandes obras, los edificios gigantescos, y casi siempre en ruinas. Para saber qué ocurrió hay que hacer un enorme ejercicio de imaginación, apoyándose en escritos que hayan perdurado, objetos enterrados y ocultos que no siempre están completos.
De la Grecia clásica tenemos bastante, pero no suficiente. Sabemos que quienes vivieron aquella época eran gente lista, cuyo pensamiento fundamenta el de toda nuestra cultura occidental. De ellos cabe esperarse cualquier cosa. Cualquier cosa, menos que fueran capaces de fabricar un ordenador.
La apariencia del mecanismo de Anticitera sugiere un diseño moderno, y no un antiguo aparato
fabricado por griegos o por romanos.

Cuando a principios del s. XX se halló en el lecho marino que separa las islas de Citera y Creta el objeto más tarde conocido como mecanismo de Anticitera, sus descubridores no podían salir de su asombro. Entre los restos de un naufragio que incluía hermosísimas estatuas de bronce y gran cantidad de cerámicas, aparecía un objeto extraño de metal, de diseño algo complejo, que enseguida hacía pensar en otra época más reciente. Era imposible que aquello estuviera allí, y sin embargo, estaba.
Según quienes han investigado el mecanismo –incompleto, por otra parte–, podría haberse tratado de un sistema para predecir movimientos estelares y planetarios. Una especie de aparato para hacer cálculos astronómicos. Se habla de astrología, pero también –y esto es una conclusión muy reciente–, de un aparato para calcular cuándo había que celebrar los juegos olímpicos, un evento que tenía lugar durante la primera luna llena más próxima al solsticio de verano de cada cuatro años. También de que quizá hubiera podido formar parte de un gran reloj de agua situado en Atenas, construido según un diseño de Arquímedes.
Todo son especulaciones, pues, como decimos, el aparato encontrado está incompleto. El misterio sigue ahí, y abre los ojos a quien se niega a ir más allá, en cuanto al pasado, sobre qué fueron capaces de hacer nuestros ancestros. Los nuestros, y los de otras partes del mundo. ¿Qué puede haber por ahí enterrado? ¿Qué ocultan las ruinas, los lechos marinos testigos de miles de naufragios? ¿Y América? ¿Qué queda por desentrañar del pasado americano?
Más que rendirnos, la perspectiva de nuevas máquinas de Anticitera nos hace sentir ganas de frotarnos las manos…

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