lunes, 14 de septiembre de 2020

MITOLOGÍA PULP (Parte I): EL JINETE SIN CABEZA

 

Hollywood es una realidad presente en nuestra cultura occidental. Su mitología puebla nuestras fantasías y arquetipos; de forma consciente o inconsciente es la iconografía viva de nuestra sociedad, por más que nos guste más o menos o nos pueda provocar algún tipo de rechazo.
Su éxito, además de por contar con el apoyo del Imperio, se basa enormemente en haber sabido recoger todas las tradiciones anteriores y haberlas adaptado a los «gustos modernos» ‒si es que esto existe‒ o haber tenido la habilidad de convertirlos en un producto digerible y del gusto de las masas.

El jinete sin cabeza persiguiendo a Ichabod Crane, del pintor John Quidor (1858)


Así, por ejemplo, ocurre con la leyenda del jinete sin cabeza.
Seguramente muchos no sabréis a qué nos referimos si no explicamos que se trata del protagonista de la leyenda de Sleepy Hollow.
Relato de Washington Irving antes que película de Tim Burton (a través de la factoría Disney), su historia fue tomada de una leyenda de la costa este norteamericana que a su vez bebía de innumerables tradiciones europeas.
En el relato de Irving, el jinete es un espectro que procede de un soldado de la Guerra de Independencia que pierde la cabeza por el impacto de una bala de cañón, y que se dedica a vagar por la zona ‒un paraje lleno de leyendas del estado de Nueva York‒ provocando el terror y hasta la muerte de quienes tienen la mala suerte de toparse con él.
Es un personaje tomado casi con exactitud de los míticos Dullaham de la cultura irlandesa. Allí, el jinete va siempre sobre un caballo negro; también vaga de noche, con una cabeza que brilla y le sirve de linterna en la oscuridad, y una columna vertebral humana que le sirve de látigo. A veces va acompañado de un carro cuyas ruedas están hechas de huesos, de color también negro, y su presencia se asocia a la proximidad de la muerte: si quien lo encuentra le escucha pronunciar su nombre, tiene que tener por seguro que sus horas están contadas, ha llegado la hora de su muerte…

La cultura celta, como muchas otras en la antigüedad, otorgó
a la cabeza un enorme significado simbólico (Imagen: cabeza celta hallada en
un yacimiento de República Checa)


Hay historias similares en Alemania, en la cultura escocesa. Jinetes descabezados que vagan de noche por los campos solitarios anunciando desgracias. Parece ser que podría responder a el poso que de la cultura celta ha quedado en estos países; los celtas, como muchos otros pueblos de la antigüedad, otorgaban a la cabeza un enorme significado simbólico. El hombre antiguo ‒recuerda Cirlot‒ comprende la división en cuerpo y espíritu al decapitar a sus enemigos. Los galos, dicen las fuentes antiguas, usaban la decapitación de los derrotados como emblema de su triunfo, y para los pueblos celtas, en general, la muerte solo se lograba cuando se destruían por completo las membranas cerebrales (Chevalier y Gheerbrant, Diccionario de símbolos).
Esto debió de pasar, como tantas otras cosas, a la cultura cristiana; luego al occidente medieval.
En la literatura artúrica, el jinete sin cabeza aparece en el poema Sin Gawain y el caballero verde, un relato lleno de simbolismo que tiene que ver no solo con el mundo caballeresco, sino también con esas antiguas tradiciones europeas y otros asuntos tan interesantes como la oposición civilización/naturaleza ‒el hombre verde de la iconografía medieval‒, la tentación o el simbolismo de los números y las medidas…

La mitología artúrica recoge también el fenómeno del jinete decapitado
a través del poema del Caballero verde...


Ya por último encontramos seres descabezados en la iconografía cristiana; santos y santas que aparecen representados con sus cabezas entre las manos ‒como el jinete de Irving‒, como muestra y representación de su martirio, de la forma en que recibieron la muerte.
La relación con los Dullahan, o con los otros mitos célticos va, en este caso, mucho más allá de la similitud en que aparecen representados. Según la literatura cristiana, y en la voz de uno de los primeros padres de la iglesia, Juan Crisóstomo, el poder de esas cabezas en el combate contra el Demonio es superior al de la palabra o las acciones de aquellos santos cuando estaban vivos…
Pura magia, ¿no?

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