En mitad del jaleo por la preparación de nuestra segunda novela, La gran pirámide invertida de Toledo
(que próximamente podrán comprar en esta web en formato papel y digital), regresamos
de nuevo a la ciudad imperial y a sus leyendas. En este caso, para hablar de uno
de los personajes más fascinantes y desconocidos de la historia española, y a
una de las leyendas más sugerentes y que más dio que hablar en su momento, y
que no es otra que la de la cueva de Sopeña.
Juan de Herrera, arquitecto de El Escorial, ocultista y, según la leyenda, constructor del enigmático y nunca encontrado búnker de la cueva de Sopeña |
Cuentan las crónicas que una mujer de origen plebeyo, hija de un mercader y
de nombre Lucrecia de León, comienza a tener sueños proféticos al poco de
entrar en la corte de Felipe II. Tímidamente perseguida por la Inquisición, en
palabras del maestro Juan García Atienza, su popularidad va en aumento, y reúne
en torno suyo a un importante grupo de nobles dispuestos a creerla y a seguir
sus consejos. A ello pudo ayudar su éxito en, por ejemplo, adivinar la
catástrofe en que iba a terminar el asunto de la Armada Invencible.
El caso es que un buen día anuncia que en un futuro no muy lejano los
musulmanes, en colaboración con el enemigo inglés, volverían a intentar tomar
la Península Ibérica por las armas, produciéndose una grandísima y sangrienta
batalla de la que sólo se salvarían, milagrosamente, quienes permanecieran en
la ciudad de Toledo.
Impelidos por esta horrorosa profecía, el grupo de nobles seguidores de
esta mujer encarga a Juan de Herrera –el oscuro y enigmático arquitecto de El
Escorial, ocultista para más señas– construir, en una cueva próxima a la ciudad,
una suerte de búnker para acogerlos a todos y protegerlos de lo que estaba por
venir.
Fuente Grande de Ocaña (Toledo) para algunos la entrada a la cueva de Sopeña. |
Dicen que se hizo a lo grande, pero muy en secreto, tanto que si alguna vez
se realizó de veras, nunca se ha encontrado tal lugar. Algunos sitúan la
entrada a la cueva en la Fuente Grande de Ocaña (Toledo) construida por el
mismo Juan de Herrera, aunque otros prefieren situarla en cualquier punto
alrededor de la ciudad del Tajo, horadada, como todos sabemos, de agujeros,
túneles y cavernas de conexiones y dimensiones desconocidas.
La Historia dice que aquella profecía nunca se cumplió, y que la
Inquisición, finalmente, tomó cartas en el asunto contra Lucrecia. Sus “delitos”
–blasfemia, sedición, falsedad, sacrilegio y pacto con el diablo– obtuvieron
una condena ligera –unos azotes y destierro de Madrid a Toledo, cuando a
cualquiera le hubieran quemado vivo por menos que eso–, lo cual abre la puerta
a nuevos enigmas, y a preguntas que, de momento, no tienen respuesta.
Una historia que, como en La gran
pirámide invertida de Toledo, quizá nos atrevamos a novelar alguno de estos
días...
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