Michael Crichton escribió en 1976 una novela titulada Devoradores de cadáveres. Se trata de una novela de aventuras ambientada en el siglo X en la que se narran las peripecias de un joven árabe que, por circunstancias de la vida, se ve obligado a marchar desde su hogar en Persia hasta el norte de Europa junto a un grupo de guerreros vikingos. Es una novela divertida, narrada como si se tratase de la traducción de una crónica antigua, en la que lo más destacado es la aparición en el relato de unos misteriosos seres, los Wendol, identificados por las notas que el autor incluye a pie de página con los neanderthales.
En el momento de su aparición, el libro recibió numerosas críticas por esta licencia histórica, que hacía coincidir en el tiempo a dos especies que hasta no hace demasiado se creía totalmente aisladas en el tiempo.
Sin embargo, recientes descubrimientos realizados en una cueva asturiana están comenzando a cambiar esta idea. Si bien no en el siglo X, sí que parece que humanos y neanderthales convivieron miles de años atrás. Algunos investigadores van más allá, y creen que incluso pudo haber habido ciertos cruces, abriendo la posibilidad de que nosotros no seamos más que descendientes de aquellos seres rudos y salvajes, que por lo que demuestran los últimos avances en genética habrían podido tener incluso un lenguaje ciertamente desarrollado, y haber sido artífices de obras de arte.
Es ahí, precisamente, donde se centraron algunas otras críticas a la novela. Crichton asociaba una de esas venus prehistóricas halladas en el centro de Europa con esta raza de cuasihombres, lo que no encajaba ni por asomo en los esquemas sobre la prehistoria que había en aquel momento.
Además de un relato divertido, el libro, creemos, debe llamarnos a la reflexión.
Las feroces críticas a la fantasía de Crichton vinieron, como siempre, de los mismos. Los enemigos de la heterodoxia, los mismos que no tienen inconveniente alguno en publicar, o trabajar, para medios plagados en sus páginas y telenoticias de mentiras; mentiras sangrantes que a veces sí que están haciendo un verdadero daño a la humanidad. Los mismos, decimos, que suelen despreciar la fantasía y reírse de quienes se permiten el lujo de fantasear y equivocarse y hasta caer en errores garrafales de los que difícilmente podrán librarse en el futuro, aunque en ese futuro la ciencia (la única que tiene la última palabra) termine por darles la razón.
Lo que queremos decir es que hay que apoyar la imaginación. Hay que dejar que las mentes vuelen e inventen y se equivoquen todas las veces que quieran. Estamos seguros que esos mismos ortodoxos, y quizá con más razón los más fundamentalistas, alguna vez se dejaron seducir por las "patrañas" y "chifladuras" que ahora tanto critican. ¿Por qué desean su desaparición? ¿Por qué no permitirles a otros que también puedan contagiarse y seguir después su propio camino? ¿Quién puede asegurar que alguno de los científicos que ha trabajado en los avances sobre los neanderthales no leyó en su día con pasión el libro de Crichton?
Veremos qué sociedad nos depara el futuro cuando hayan conseguido que dejemos de pensar...
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