El
proyecto HAARP (Proyecto de investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia)
es un proyecto desarrollado por la Fuerza Aérea de EE.UU. para monitorear los
efectos de las ondas radiales sobre la ionosfera. En teoría, de lo que se
trataría es de controlar mejor lo que ocurre en la ionosfera, y así mejorar las
telecomunicaciones y la detección, por ejemplo, de misiles, pero hay serias
dudas planteadas por muchos (también por gente muy implicada en el proyecto)
acerca de que lo que en realidad pretendería sería poder manipular el clima en
el planeta tierra.
Hace
unos meses hubo ciertos rumores sobre la implicación del proyecto en los
grandes terremotos que han venido produciéndose en los últimos tiempos, como el
de Chile.
Aunque
estas acusaciones han sido rechazadas por científicos (que alegan, por ejemplo,
que las antenas situadas en Gakona, Alaska, sede del proyecto, no tienen
capacidad para manipular el clima), siguen siendo tema de controversia. La
última razón, las polémicas declaraciones del presidente de Irán, Mahmoud Ahmadineyad,
acusando a los gobiernos europeos de estar dejando a su país más seco que la
mojama.
Antes
de echarnos a reír, y de tirar de tópicos al estilo “¿Irán? ¿No es eso un
desierto?”, pensemos que aquel es un país inmenso, de gran variedad
meteorológica. Otra cosa es la credibilidad de su presidente, de su gobierno, y
del fundamentalismo en general. Que hay cosas que se hacen en el cielo, con
aviones y demás, es algo probado. China lo ha practicado en los JJ.OO. Otra
cosa es ya la conspiración. ¿O no?
Sí, ya sabemos que Irán
anda a palos con la comunidad internacional por su programa nuclear. Y que
busca pelea a la mínima. Es el eje del mal, el malo maluto del planeta. Un malo
de chaqueta de pana que parece siempre a punto de sacar la navaja. Pero, ¿y si
no miente? ¿Y si de verdad hay tecnología para cambiar la meteorología? ¿Y si
en lugar de bombas, de misiles y balazos, se puede acabar con un país a base de
dejarlo sin lluvia?
La respuesta podría estar
en la sequía que, al parecer, vive EE.UU. en la actualidad, en muchas zonas
dentro de sus fronteras. O en las catástrofes tipo huracanes, tornados y
tormentas tropicales que azotan sus costas. ¿Y qué le importa a los poderosos
el destino de sus ciudadanos?, podrían decirnos los conspiranoicos.
Contra ese tipo de
razonamientos, desde luego, nada podemos hacer. Siempre tendrán una respuesta.
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