martes, 1 de julio de 2014

EL PRESTE JUAN, CIENCIA FICCIÓN MEDIEVAL



En el siglo XII, Europa entera miraba a Oriente con una mezcla de recelo y fascinación. Era la Europa de las Cruzadas, la Europa que iba saliendo de sí misma y a la que la expansión económica forzaba a buscar nuevas rutas, nuevos territorios, y también nuevas leyendas.

La leyenda del Preste Juan mantuvo fascinada a la Europa de entre los siglos XII Y XVII
Hacia 1145, ya circulaban desde hacía tiempo rumores sobre la existencia de un mítico reino más allá de Tierra Santa; un lugar dedicado a la fe en Cristo que permanecía sitiado por sarracenos y otros infieles, donde no existía la pobreza, ni el crimen, y que estaba comandado por un rey poderoso, e invencible, al estilo del rey Salomón y otros legendarios mandatarios de la Antigüedad como Alejandro Magno.
Este rey, llamado Preste Juan en una crónica de ese mismo año, habría logrado, según algunos testimonios, importantes victorias sobre los musulmanes en un territorio más allá de Armenia, y Persia, y habría tratado (según los mismos cronistas) alcanzar sin éxito Jerusalén.
Esto, claro está, era precisamente lo que los oídos de los Cruzados querían escuchar por aquel entonces: la existencia de un aliado capaz de acorralar al enemigo infiel por el otro lado, desde aquel lejano y misterioso Oriente que apenas conocían.
Y la idea, la esperanza, fue creciendo entre ellos, y sobre todo entre quienes les esperaban en casa. Los datos fueron aumentando y aquel mítico reino –creado a partir de hechos históricos, aunque ampliados y deformados– fue llenándose de maravillas de cuento: artilugios fantásticos –como un gran espejo que recuerda a algunas imágenes que se tienen de la Mesa de Salomón–, animales de bestiarios imposibles, hombres capaces de vivir doscientos años…
En 1165 ya circulaba por Europa una carta que aquel monarca habría dirigido al emperador bizantino, en la que se incluían varias peticiones al Papa y la relación de maravillas y otros detalles de su extenso reino, que decía que se extendía hasta la India.
La leyenda motivó, dicen, que el papa Alejandro III enviara una carta a dicho monarca, en una expedición de la que luego nunca más se supo.
El mito siguió evolucionando hasta ser confundido, en el siglo XIII, con el mismísimo Gengis Khan. Aparecería en los escritos de Marco Polo y otros viajeros, y avanzaría para pasar de la zona del Cáucaso, o la India, a Etiopía, donde sí que había antiguos cristianos, y existía la posibilidad de mezclar aquella leyenda con otras como la del Santo Grial o el Arca de la Alianza.
¿Había algún fin oculto y misterioso en el afán explorador de los portugueses?
¿Estaban detrás de los viajes de Vasco de Gama, o de los promovidos por Enrique el Navegante,
los mismísimos templarios?

Dicen autores como Graham Hancock que es ahí, en Etiopía, donde el mito de Preste Juan más posibilidades tiene de ganar la partida entre la realidad y la pura fantasía. Hablan de los templarios, y de cómo sus sucesores, las órdenes militares que siguieron activas en Escocia, o Portugal, mantuvieron siempre un gran interés por aquel lugar, quizá convencidos de la conexión entre la leyenda de aquel reino magnífico y las reliquias más sagradas del cristianismo.
Quizá por ello, algunos de sus enviados a Ultramar, como el navegante Vasco de Gama, llevaban consigo cartas para el mítico monarca.
O reyes muy vinculados a estas órdenes, como el misterioso Enrique el Navegante de Portugal, quisieron llevar tan en secreto los nuevos descubrimientos, encaminados hacia ese Oriente misterioso, territorio tradicionalmente asociado al Preste Juan.

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