viernes, 14 de febrero de 2014

MONSTRUOS (REALES) DEVORADORES DE HOMBRES


( (1)LOS TIBURONES DEL INDIANAPOLIS





La Segunda Guerra Mundial es uno de los episodios más trágicos y sangrientos de la historia 
reciente del hombre. Pero las aberraciones cometidas por los nazis, y los miles de muertos en bombardeos, batallas, hambrunas y campos de exterminio, no parecieron ablandar ni mucho menos a la naturaleza, que como si nada siguió a lo suyo a lo largo del conflicto, a veces incluso con una crueldad que espanta…
El USS Indiannapolis es protagonista de uno de los episodios más
aterradores de la Segunda Guerra Mundial

Fue el caso de lo acaecido a finales de junio de 1944, en pleno mar de Filipinas.
Hacia la medianoche, el USS Indianapolis, barco de la Armada Norteamericana, recibía por sorpresa el impacto de varios torpedos lanzados por un submarino japonés, que en tan sólo 12 minutos terminaban por hundirlo. Cerca de 900 supervivientes quedaban, a partir de entonces, a la deriva, flotando en mar abierto y expuestos a todos los peligros que acechan desde las profundidades…
Hablamos de tiburones, por supuesto.
Decenas, cientos, que llegaron en poco tiempo, atraídos por el ruido del hundimiento, y el olor de la sangre que flotaba por todas partes.
Cuentan los supervivientes que primero se centraron en los cadáveres. El ruido de su chapoteo infernal devorando miembros, masticando huesos y vísceras, debía de ser ya, de por sí, suficiente para paralizar a cualquiera. Muchos, de hecho, gritaban aterrados ante el espectáculo invisible, y algunos se hundieron, incapaces de hacer el esfuerzo necesario para flotar.
Los temibles tiburones tigre estuvieron entre los invitados al festín.

Los soldados comenzaron a organizarse, a reunirse en círculo para hacer frente a las alimañas. Pero esto, que al principio pareció resultar efectivo, no supuso mayor problema para los tiburones.
Terminados los cadáveres, pasaron a probar suerte con los que aún estaban vivos. Primero los heridos, sin rechazar alguno que anduviera cerca. Les atraía la sangre, pero también los movimientos bruscos, los gritos, las brazadas desesperadas. Por eso, quienes habían sufrido alguna amputación reciente, o quienes comenzaron a delirar horas después, por haber ingerido agua de mar –apenas contaban con víveres tras el hundimiento– eran apartados del grupo, que seguía siendo seguro en el centro…

Cuatro días después, llegaba la ayuda y el rescate de los náufragos. Tan sólo 316 hombres seguían con vida. El resto, habían sido devorados.

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