lunes, 13 de mayo de 2013

EL MITO DEL DILUVIO Y LOS HALLAZGOS DEL MAR NEGRO


El diluvio es probablemente el mito más popular de la Antigüedad. Encontramos referencias a él en textos sagrados sumerios, indios, chinos o nativos americanos, además de la archiconocida de la Biblia, y la menos famosa del Corán.
El Diluvio Universal es un mito que aparece en textos sagrados de todas las culturas. ¿Podría
ser que hubiera en él algún atisbo de realidad?

Para muchos investigadores, tanta insistencia de los cronistas del pasado no es más que la prueba de que algo similar a las leyendas pudo ocurrir en realidad. Algún fenómeno extraordinario, fuera una lluvia interminable, o la subida del nivel de las aguas, que cambió la Historia para siempre.
La clave, según las últimas teorías, podría hallarse en torno al mar Negro.
Un mar que en el pasado fue un enorme lago de agua dulce, sobre cuyas orillas podría haberse asentado la primera civilización occidental.
En Bulgaria, los arqueólogos han encontrado evidencias de una civilización avanzada que podría remontarse a los 7.000 años de antigüedad. Se han hallado restos de poblados y numerosas construcciones; figurillas de oro y otros metales, cuyas medidas hacen sospechar que quienes las fabricaron manejaban con soltura la geometría y las matemáticas.
La crecida del agua, o algún fenómeno atmosférico desconocido parcialmente por la ciencia actual, pudo haber sepultado esta cultura para siempre.
Hay científicos que creen que algún episodio de lluvia desaforada, similar a la que narran las sagradas escrituras (aunque evidentemente no tan copiosa) pudo haberse dado en algún momento del pasado. Encuentran evidencias en algunas rocas encontradas, precisamente, en cuevas del entorno del mar Negro.
Otros apuntan al deshielo tras la glaciación, y la consecuente subida de las aguas…
¿Podría encontrarse en las orillas del mar Negro la clave para desentrañar el misterio
del mito del diluvio?

Sea lo que sea, parece razonable que un desastre de aquella magnitud fuera capaz de arrasar gran parte de lo que hasta entonces hubiera construido. Los que lo vivieran, seguro, lo habrían hecho pasar de padres a hijos, adherido con fuerza a la tradición oral.
Como con la Atlántida, los miembros de la diáspora de aquella civilización arrasada por el desastre, recordarían para siempre aquel fenómeno tan tremendo.
¿No es posible, a tenor de todo esto, que las orillas de aquel lago gigantesco fueran el Jardín del Edén de las Sagradas Escrituras? ¿Podría estar allí, entre aquellos hallazgos maravillosos, la clave de la tan manoseada Edad de Oro?
Lo que sea, nos hace querer estar atentos a lo que allí suceda de aquí en adelante…

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